domingo, 12 de enero de 2014

La pizzería 1

    La nueva pizzería Pizza Click había abierto en el centro del paseo de las Tres Gracias de Ricachuela. Aquel día se inauguraba y habían lanzado una promoción de un descuento del 50% para la próxima compra a los primeros cien clientes. 

Era el primer día de trabajo en Pizza Click para Sabrina. Gracias a John, había conseguido aquel trabajo. No quería defraudarle. Era difícil encontrar un empleo con sus antecedentes penales y los dos anteriores trabajos en el supermercado como cajera y en el camping como socorrista, habían sido un auténtico fracaso. Sus nervios acababan traicionándola y le habían hecho explotar pero esta vez pensaba contar hasta diez y respirar antes de saltar. 
Dueño de la pizzería: -  Si habéis entendido todo, no tengo nada más que decir. ¡A vuestros puestos! ¡Fatumata y Pietro a la cocina! ¡Luigi al horno! ¡Chuy prepara la moto! ¡Sabrina atiende el télefono y a los clientes! ¡Deprisa, deprisa! ¡Odio la holgazanería en los empleados!
Dueño: - ¡Coge el teléfono, rubita!
Sabrina: - ¡Ya voy! Pizza Click, ¿qué desea? Sí, ajá... Sí, te damos un descuento del 50% para la próxima compra. Una pizza sin queso y con extra de pepinillo... ¿Algo más?... Tardará media hora mínimo...
Dueño: - ¡Y ahí llegan las primeras clientes! ¡Estupendo!
Mientras en la cocina…
Fatumata: - ¿De qué es esta carne?
Pietro: - Panceta de cerdo...
Fatumata: - La de ratón es mucho más sabrosa...
Pietro: - ¡Uaggg! ¡No seas cochina!
Fatumata: - Lo digo en serio... En mi pueblo el arroz con ratones es el plato más sabroso...
Valeria: - ¡Sabrina! ¡Qué sorpresa! ¡Estás trabajando aquí! Quién te ha visto y quién te ve, con lo poco que te ha gustado trabajar siempre y cómo te gustaba humillar a los camareros y empleados de hostelería cuando salíamos juntas a cenar.
Sabrina: - Sí... jeje... (¡Maldita sea! ¡De todas las pizzerías que hay tenían que venir a esta! Seguro que se lo contará a sus amiguitos y todos se reirán de mí...)
Ximena: - El señor Agripino dice que tiene mucha hambre...
Sabrina: - (Y anda que la loca esta, me pone de los nervios, pufff...)
Ximena: - Al señor Agripino se le he antojado esa pizza de salami...
Sabrina: - Muy bien, jeje... Marchando una pizza de salami para el oso... (Sabrina cuenta y respira, cuenta y respira... uno... dos...)
Valeria: - Cóbrate y quédate con la propina...
Sabrina: - Gracias pero no necesito tu caridad, Valeria. Trabajo por vocación y me pagan lo suficiente como para no aceptar limosnas...
Valeria: - Dísculpa, no quería ofenderte... Dame las vueltas entonces...
Sabrina: - No, no... lo aceptaré para el bote,pero por mis compañeros, no por mí...
Valeria: - Como quieras...
Valeria: - ¿En esta? Pero estamos al lado del baño...
Ximena: - El señor Agripino quiere tenerlo cerca, porque aún sigue con la tripita un poco suelta desde Nochevieja...
Valeria: - Está bien, siéntate ya y deja el oso, anda Ximena, por favor...
Sabrina: - Carga también estas... Acabamos de abrir y ya hemos recibido más de diez llamadas.
Chuy: - Dame...
Valeria: - Tiene encanto este lugar con la chimenea... Y las pizzas las cuecen en el horno de leña...
Sabrina: - Buenas tardes, ¿qué van a tomar?
Rojillo: - Buenas tardes, queríamos una pizza familiar con chorizo, pimiento, pepinillo, champiñón y extra de queso...
Sabrina: - Dos pizzas medianas, una barbacoa y una mediterránea... y otra grande con los ingredientes a elegir... ¿qué ingredientes quiere?
 Dueño: - No se desenvuelve mal la rubia...
Simón: - ¡Nos vas a atender o no, guapita!
Sabrina: - Dísculpen, enseguida les atiendo...
La Cuky: - ¡¿Tú?!
Sabrina: - ¡Upps!..
La Cuky: - ¡Pelona! Nos volvemos a ver las caras.
Sabrina: - ¡Upps!
Fedra del Rocío: - ¡Me encanta este sitio, papi!
Manolete: - ¡Gracias por traernos!
Carmen Clickores: - Hay que reconocer que está todo muy limpito y muy bien... Vuestro padre ha hecho un esfuerzo viniendo aquí, ya sabéis que odia comer fuera de casa...
Rojillo: - Bueno, por una vez... pero donde se ponga un buen potaje o estofado de mi madre que se quite la pizca esta...
Valeria: - Se ha llenado en un momento el local.
Ximena: - ¡Uy, el señor Agripino no se encuentra bien! Lo acompañaré al baño.
Carmen: - ¿No querías hacer pipí, Fedra?...
 Toc-toc...
Carmen: - ¡Ocupado!
Ximena: - ¡Dense prisa! ¡Es una urgencia! ¡Señor Agripino, aguante por favor!
Sabrina: - Son 42´50 euros...
La Cuky: - ¿Acaso no piensas invitar a una vieja amiga?
Sabrina: - Yoop... noop puepuepueedo...
La Cuky: - ¡Cómo! ¡Ya se te ha olvidado lo unidas que estábamos en el patio del recreo...
Sabrina: - No, no... Bueno, corre de mi cuenta...
La Cuky: - ¡Eso está mucho mejor, amiga! Jujujuju 
   A la mente de Sabrina acudieron aquellos horribles recuerdos de la cárcel, que en forma de pesadillas la habían atormentado durante meses y que creía que por fin había olvidado en brazos de John y aquella nueva vida que le había regalado... 
Era como si de repente estuviera de nuevo entre barrotes... Se vio de nuevo en aquella fría y minúscula celda, donde parecía faltarle el aire...
 En la cantina de la cárcel amenazada por sus compañeras...
Apaleada sin entender por qué...
Y de nuevo en el patio de la cárcel acorralada, humillada y sintiendo aquel terrible dolor...
  Arrancándole con su preciada cabellera rubia su orgullo y su amor propio...
Tirada en aquel empedrado helado que transpasaba sus huesos...
  Herida en lo más profundo de su alma...
Chuy: - ¡Sabrina! ¡Sabrina!
Sabrina: - ¿Eh?
Chuy: - ¿Estás bien? ¡Qué cara se te ha quedado! ¡Ni que hubieras visto un fantasma!
Sabrina: - ¡Ey; no, nooo! ¡Estoy bien!
Chuy: - ¿De verdad? Si te encuentras mal, puedo quedarme yo en la barra un rato.
Sabrina: - No, gracias...
Pietro: - A ver qué le vas a echar... Ya te he dicho que en mi cocina nada de creatividad tribal...
Fatumata: - ¡Pero qué soso que eres, Pietro! En la cocina hay que dar alegría a la comida y mucho sabor...
   Tiiiiiiiiiiiii-tiiiiiiiiiiii-tiiiiiiiiii...
Paco el cámara: - ¡Ya está llamándome!... Sí... sí... ajá... ajá... ¡Pero Merche ahora no puedo! ¡Claro que me pillas mal! ¡Se supone que es mi día libre! ¿Una exclusiva? ¿El reportaje del año? ¿Y el de hace un mes? ¡Ah, del nuevo año! ¡Siempre estás igual!... Pufff... Está bien, ya voy para allá... Dame cinco minutos...
Sabrina: - ¡Ey, qué te has dejado las vueltas, chico!
Paco el cámara: - ¡Es igual! Puedes quedartelas. (Esa chica... me suena mucho su cara... ¿de qué será? Seguro que si estuviera aquí Merche lo sabría... Ainsss, si es que en el fondo tengo el síndrome de Estocolmo con ella... No está y ya la estoy echando en falta...Voy a mandarle un whatsapp que no se ponga nerviosa.)
Sabrina: - El jefe dice que te des mucha prisa que hay otros seis pedidos esperando...
Luigi: - ¡Maldizione! ¡No puedo más! ¡Qué estrés!
Brrrrrrrrrrrr...
Ximena: - ¿Está usted entonces muy satisfecho?... Si, creo que repetiremos en este lugar, señor Agripino.
Sabrina: - ¿Para tomar aquí o para llevar?
Christine: - Para llevar...
Dueño: - ¡Muévete, Sabrina! ¡Las he visto más rápidas!
La Cuky: - Mmmm... con pancetita y queso de cabrales... ¡qué rica!
Simón: - No tan rica como tú, mi muñequita...
  Christine: - Nos las tomamos en el hotel, que hoy vamos a estar tranquilos sin Idalia.
Cathy: - Sí, anda que no se nota cuando no está detrás de nosotras como una sombra.

María: -  Vamos, cariño, ¡qué bien está este nuevo sitio!
Niño 1: - ¡Papi, papiiiiii, yo quiero una pizza de barbacoa!
Niña: - ¡Y yo patatas gajo!
Niño 2: - ¡Yo un heladooo!
Sera: - ¡Me han llamado, tengo el 111!
Sabrina: - A ver, deme el ticket. Tome, su pizza...

Juan: - ¡Tú! ¡Upps!
   Sabrina no podía creerselo. Tenía frente a al camionero que la recogió cuando hizo auto-stop y que intentó cobrarle el favor con sexo en aquel cutre motel. Pero ella era más lista y consiguió burlarlo dejándolo maniatado y desnudo en la gasolinera y robándole todo el dinero que tenía.  
    Ese click tenía esposa y cinco hijos que reclamaban su atención. Pensó que menudo cerdo y si hubiera tenido algo con él. Temió su reacción pero pronto se dio cuenta de que él estaba mucho más nervioso que ella. En realidad, él era el que más tenía que temer. Ahora entendía porque ese tipo no había puesto la denuncia. No le interesaba que su esposa supiera lo del incidente en el motel. Sabrina muy profesional y viéndose segura de dominar la situación les tomó nota del pedido.
   Le pagó con un billete de cincuenta cleuros. Sabrina le sonrió maléfica disfrutando de tenerlo de nuevo en sus manos, como cuando lo dejó atado con las esposas en el cabecero de la cama. Ese juego de dominación sobre los clicks siempre le había encantado. Tan sólo una vez lo confesó en aquella entrevista tan personal que hizo para Confidencial y que le pagaron generosamente.
      Mientras la Cuky y su novio Simón aprovecharon el gentío de la pizzería para salir de allí sin ser vistos. La Cuky había enganchado la cartera de Rojillo, sin que este se diese cuenta.

     Sabrina le dio sus vueltas al camionero y rozó su mano traviesa. El camionero se puso a sudar. Estaba tan nervioso que casi se le cae la cartera. 
  La Cuky y Simón salieron por la ventana del baño sin ser vistos.
Simón: - Ten cuidado...
  El camionero decidió esperar en el coche mientras estaban las pizzas. Estaba deseando salir de aquel lugar.
 Sabrina se puso a limpiar las mesas vacías. Su jefe no la dejaba ni un momento descansar. 
     No tardó en llenarse de nuevo el local y esta vez con montones de niños latosos dispuestos a celebrar su cumpleaños y guarrear todo. Sabrina estaba de los nervios pero se ponía a contar y respiraba profundamente. Las clases de yoga del chino Juan, a las que John le había apuntado estaban resultando muy efectivas.


Sabrina: - ¡Seis familiares, dos medianas y tres pequeñas! Os dejo ahí los pedidos...
Fatu: - ¡Hoy no paramos!
   Cuando por fin tuvo un momento para descansar, cogió el móvil y vio un whatsapp de John. Le preguntaba por su primer día de trabajo y le daba ánimos.   
Sabrina: - ¡Ohhh, John! Mi amor...
   Se iba a poner a contestarle cuando apareció su jefe dando voces.    
Dueño: -¡Sabrina, perdiendo el tiempo con el móvil! ¡Ve a ayudar a hacer pizzas en la cocina!
      Sabrina jamás había preparado una pizza. Cuando vivía sola, siempre las compraba congeladas. No le agradaba mucho estar a las órdenes de Fatumata. Ella era del grupito de amigos de Sus y Diamante. Sentía que todos ellos se creían superiores a ella.

Sabrina: - ¿Por dónde empiezo?
  Fatumata: - Ahí tienes todos los ingrendientes. Sólo tienes que elegir en función del pedido. 

   Sabrina observó los champiñones fileteados, las rodajitas de tomate y pepinillo, las lonchas de jamón y el huevo, los pimientos, las latillas y todo los demás alimentos que la rodeaban... No debía ser tan complicado hacer una pizza - pensó. Recordó haber visto hace poco en la tele un programa de cocina de una tal Sidra que preparaba una pizza casera. Lamentó haberse quedado dormida en el sofá aquel día y no haber prestado más atención.
   Decidida cogió un puñado de champiñones y se puso a trocear el jamón. Paradójicamente aquello le hacía sentir bien. Se sentía útil por primera vez . Sí, tal vez había nacido para la cocina y no lo sabía. Estaba haciendo una pizza ¡Ella sola! Deseaba llegar a casa y contárselo a John. Ya nunca más nadie la trataría como una inútil.
  Al final de la noche el dueño llegó de nuevo para hacer caja. Sabrina esperaba ansiosa la hora de ver el fruto de su trabajo y cobrar.

Dueño: - Y trescientos cincuenta más hacen un total de tres mil ciento veintisiete cleuros. ¡Estupendo!
   Sabrina se quedó a cuadros cuando vio que su jefe se llevaba todo el dinero sin pagarle.
Sabrina: - Pero jefe, ¿y yo cuándo cobro?
Dueño: - ¡Ah, sí! Bueno, ya cuando haga cuentas, que tengo que restar lo invertido y lo de los proveedores. A finales de semana. De momento sigo contando contigo, Sabrina. Ahora ponte a fregar todo bien. Quiero que esto quede bien limpio y recogido antes de iros. ¡Ah! ¡Y no olvides los retretes!

   Sabrina se puso a limpiar refunfuñando. Estaba furiosa. Tanto trabajo todo el día y no iba a oler ni un cleuro de momento. Ya no podría ir a las rebajas con su hermana Donna al día siguiente, al no ser que le volviera a pedir dinero a John. En realidad, no tenía mucho problema en ello. John era generoso y le dejaba que utilizara su tajeta pero su madre vigilaba todos los movimientos de las cuentas de su hijo y no quería darle motivos para hablar de ella. Sabía que no le caía bien y esperaba un motivo para separarla de su hijo. 
Chuy: - ¿Han quedado pizzas? ¡Tengo un hambre!
Sabrina: - Lo que haya ahí...
Luigi: - Déjame de esa, que es la preferida de mis hijos...
Sabrina: - ¿Os lleváis las pizzas?
Chuy: - ¡Hombre, si te parece! Después de lo que hemos trabajado... Mientras el jefe no nos vea. Han quedado pocas. Voy a la cocina, a ver si aún pueden prepararnos alguna. ¿Tenéis hambre?

Chuy: - Está todavía el horno funcionando. ¿Podríais preparar una familiar para todos?
Luigi: - Aquí hay ingredientes para preparar una bien sabrosa apurando todo.
Chuy: - ¡Genial!
     Los empleados se hartaron a comer pizza mientras conversaban y daban un buen repaso al jefe. Sabrina formaba parte por primera vez de un grupo. Aquellos compañeros la trataban como una más. Eran amables y confiaban en ella.
  En un momento de la improvisada cena Fatumata salió disparada al baño.
    Sabrina la observó y se quedó pensativa. Había notado a su compañera algo extraña en su comportamiento durante todo el día. Varias veces había ido al baño. Dedujo que la esposa de Othello podría estar embarazada. ¡Fatumata embarazada! Ese era un secreto muy valioso. Si su jefe se enteraba, era tan despreciable que estaba segura de que la despediría y así ella podría quedarse al cargo de la cocina y desarrollar esa vena artística en la cocina, que acababa de descubrir, sin necesidad de fregar y trabajar de cara al público que tanto odiaba.

Terminaron de recoger entre todos y Sabrina se quedó la última con Chuy.
Fatumata: - ¡Hasta mañana, chicos!
Luigi: - ¡Adiós!

   Sabrina miró a Fatumata y a Luigi. No se iban con las manos vacías. Sus compañeros no tenían ningún tipo de reparo en mangar de la empresa la salsas y algunas pizzas. Si contaba todo aquello a su jefe, sin duda, se convertiría en su favorita y la ascendería. Podría llegar a ser la encargada del local, sin necesidad de mancharse las manos.  
  Cuando cogió el bolso y las llaves para cerrar, John ya estaba fuera dentro del coche esperándola.
   Se apoyó en la puerta del coche con la mejor de sus sonrisas. Era tan atento que le había llevado una chaqueta para que no cogiera frío al salir, que la noche estaba muy fresca.
Sabrina: - ¡John!
John: - ¡Amor mío! ¿Qué tal tu primer día?

Sabrina: - Ufff... un día muy duro... Creo que no había trabajado tanto nunca pero empiezó a entender el funcionamiento interno de la empresa...¿Sabes John? Creo que aquí voy a durar mucho tiempo. Incluso me veo haciendo carrera en la empresa y ascendiendo...
John: - De eso se trata, mi vida. De que te sientas a gusto en el trabajo y veas perspectivas de futuro. Ahora en llegar a casa te preparo un vasito de leche caliente, como a ti te gusta, y te hago un masajito.
Sabrina: - ¡Oh, Jonh, qué haría yo sin ti!

                                                            
                                                                           CONTINUARÁ...