Este cuento de Ferrándíz me acompañó durante toda mi infancia, llegando incluso a aprendermelo de memoria. Guardo un bonito recuerdo, por eso me hacía especial ilusión hacerle un homenaje con una adaptación de él por medio de mi otra pasión: los playmobil. Los dibujos de Ferrándiz son de una ternura muy especial. Los adoro y he tratado de transmitir con los playmobil algo lo más parecido posible, a todo eso que esos dibujos me transmitían. Además el texto siempre me pareció muy gracioso con ese acento andaluz de los personajes y sus rimas. A los que conocíais el cuento espero que os guste mi particular adaptación y a los que no deseo que disfrutéis con él.
Era una noche de Reyes y allá en Granada en una cueva de Sacramonte Curro cantaba:
- Con mis coplas sería buen cantaó si una guitarra pa acompañame tuviera yo...
- Mardito seas, malage desaborío toítas las noches te pasas dando berríos!
Y en su cueva aquella noche le echó las cartas, ladina, y a una guitarra echó los polvos de la madre celestina.
- ¡Mar de ojo te dé, Lucifé; maleficio catarrasclá! ¡Mágica negra, lele leré; la guitarra está embrujá!
Al salir a la ventana vio sorprendido Currito el ansiado regalito que le dejó la gitana.
- ¡Jozú si é una guitarra! ¿Habrán llegao hasta aquí los señore Reye Mago y la han dejao pa mí?
Mas al tocar la guitarra oyó Currito, asustado, brotar en lugar de notas, un alboroto de espanto.- ¡Ning, nang, ning, nang, ninganang! Todas las cuerdas del trasto sonaban como campanas que tocaran a rebato.
Y al ruido de las campanas los vecinos despertaron
- ¡Jozú, que es este ruío!
- ¿La montaña se vié abajo?
- ¿Zerá ezo er fin der mundo?
Y subieron los gitanos hasta la cueva de Curro y la puerta aporrearon:
- ¡Pon!¡pon! ¡pon! ¡Qué zarga er nene y toito su campanario!
- ¡Jozú, que es este ruío!
- ¿La montaña se vié abajo?
- ¿Zerá ezo er fin der mundo?
Y subieron los gitanos hasta la cueva de Curro y la puerta aporrearon:
- ¡Pon!¡pon! ¡pon! ¡Qué zarga er nene y toito su campanario!
- ¡Fuera;
que se ha güerto loco!
-¡Fuera de aquí! ¡Está embrujao!
En fin, que del
Sacromonte, como si fuera el diablo, con gritos y maldiciones, al pobre
Currito echaron.
Pasaron meses y
Curro, andando con su guitarra, llegó una noche a Sevilla en plena Semana
Santa.
Se arrodilló
ante la Virgen y cantó lleno de pena:
- ¡Quita er mal de mi guitarra Virgen de la Clickarena; que en lugá de las campanas güervan a soná las cuerdas!
- ¡Quita er mal de mi guitarra Virgen de la Clickarena; que en lugá de las campanas güervan a soná las cuerdas!
Y Currito oyó a
la Virgen que le decía en voz queda:
- Aún la tocarás dos veces para hacer dos obras buenas; y ya no habrá maleficio al tocar la vez tercera.
Y Currito se
decía andando por las afueras:- Aún la tocarás dos veces para hacer dos obras buenas; y ya no habrá maleficio al tocar la vez tercera.
-¿Cómo puedo con eze trasto jazé yo do obra gúenas?
En estas vio un aldeano que gemía, dando gritos:
- ¡Zocorro, que hay fuego en casa! Pa apagarlo estoy zolito, y aunque grito no me oyen que están lejos los vecinos.
- Aquí
está mi obra primera –dijo para sí, Currito. Empezó a pulsar las cuerdas:¡Nanananang!
y el ruido de campanas a rebato despertó a todos los vecinos. Pronto
acudieron con cubos y mangueras, sorprendidos, y en poco tiempo apagaron el
fuego del caserío.
A Curro
felicitaron, y el anciano, agradecido, le regaló un buen capote con bordados
de oro fino.
Mientras iba por
el campo, al pasar cerca de un cortijo, vio saltar a dos ladrones con buena
maña y sigilo.
-¡Aquí está mi obra segunda! - contento, Curro se dijo.
Y por segunda vez pulsó las
cuerdas con ansia: ¡Ning, nang, ning, nang, ninganang! Y al toque de las
campanas acudieron enseguida una pareja de guardias; y los ladrones quedaron cogiditos en la trampa.-¡Aquí está mi obra segunda! - contento, Curro se dijo.
A Currito dio las gracias el amable cortijero, y le presentó a su hijita Rosa (¡linda como un sueño!). Después le dijo a Currito:
- Zin tené ningún recelo toma eze fajo é billetes. La mitá zolo te ofrezco de lo que iban a robarme. ¡Te has ganao eze dinero!
Cuando salió del cortijo:
- ¡Su
guitarra hase milagros!- decían las
buenas gentes:
- ¡Eze
chiquiyo é un santo!
Mas Rosa quedaba
triste, y Curro se iba
apenado… Y es que los
dos, sin saberlo, se habían
enamorado.
Curro probó la guitarra la
tercera vez por fin sentado frente a Sevilla al pie del Guadalquivir. Y las
cuerdas emitieron, esta vez, tan dulce son, que los ángeles del cielo se
asomaron al balcón.
Tomó lecciones
de canto; Y el día que debutó tuvo tanto éxito, tanto, que Currito “el
cantaó”, ganando fama y dinero, cantó por el mundo entero.
¿Y sabéis cómo
acabó? Que al volver del extranjero fue a Sevilla y se casó con la hija del
cortijero.
TEXTO DE: FERRÁNDIZ