domingo, 18 de enero de 2015

Los Bonmatí: Capítulo 5 Un pajarillo en una jaula de oro

  Nací una mañana de abril en una hermosa casa del centro de Ricachuela, perteneciente a una de las familias más importantes de la ciudad. Crecí entre algodones, sin conocer alguna privación o carencia. Pero la tristeza y la melancolía estarían ligadas a mi conciencia durante toda mi vida. Amar y errar, errar y amar.... se convirtieron en parte de mi camino. Ahora entiendo que cada instante hay que vivirlo siendo consciente de que el pasado nunca vuelve y que el mañana aún no existe, sólo tenemos el presente, que nos brinda la oportunidad de ser felices cada día, y que no debemos malgastar.
  El matrimonio de mis padres fue un matrimonio sin amor. Sus padres acordaron el compromiso con el fin de unir dos apellidos amigos y dos enormes fortunas. 
  Mi padre le sacaba casi siete años a mi madre. Era un click mucho más vivido que ella. Al principio existió cierta atracción entre ambos. Fue en esa época cuando me concibieron. Pero cuando mi madre empezó a mostrar las molestias propias de una mujer en cinta, él se apartó y ella se refugió en las lecturas religiosas. Fue por entonces cuando leyó en la Biblia, la historia de Miriam, la hebrea, hermana de Aaron y de Moisés y decidió que si tenía una niña la llamaría así. Mi padre se sintió algo decepcionado cuando la partera le comunicó que era una niña. Deseaba un varón fuerte, que se convirtiera en el heredero de su fortuna pero enseguida mis sonrisas lo cautivaron y me convertí en su ojito derecho.
Isabel: - Es preciosa...
Eugenio: - Sí, no permitiré que ningún click le haga daño.
Durante el embarazo y el periodo posterior al parto, en el que el cuerpo de la mujer vuelve a su estado normal, mi padre buscó el calor en otras faldas. 
Don Eugenio: - ¡Ven aquí!
Doncella: - ¡Señor!

La perdición de mi padre siempre fueron las clacks. Mi madre descubrió infelizmente pronto su vicio.
Doncella: - ¡Ayyy, jajajajajajaja! ¡Nos pueden ver!
Don Eugenio: -Tranquila, que estamos solos...
Doña Isabel: - Recoge tus cosas y vete. ¡Estás despedida!
Doncella: - ¡Pero señora...! ¡No tengo donde ir! ¡Por favor, tenga piedad!...
Isabel: - ¡Haberlo pensado antes de subirte las faldas, descarada!
Cuando mi madre conoció realmente al click con el que se había casado, comprendió que aquello era muy distinto a lo que siempre deseó. Eran frecuentes las fuertes discusiones entre ambos. No obstante, ella siempre cumplió con su papel de perfecta esposa y mantuvo las apariencias ante todos sus conocidos.
Don Eugenio: - ¡No tenías por que echarla! Sólo fue un entretenimiento, sin mayor importancia. ¡Soy un click!
Doña Isabel: - ¡Tú no eres un click! ¡Eres un sinvergüenza!
   La mejor amiga de mi madre era Felipa Arciniegas, casada con don Pedro García, un click también de posibles. Era madre de dos hijas: Felipilla, de mi misma edad y la ahijada de mi madre. Y Guadalupe dos años menor.
 Mi madre, fría y seca con todos los que la rodeaban, a su manera volcó en mí el amor que le quedaba. Llevándome a sus aburridas reuniones sociales y convirtiendo mi bienestar y perfecta educación en el centro de todas sus preocupaciones. Quería que yo brillara entre todas la descendencia de las familias de la alta sociedad. Se pasaba horas en el club social de damas. 

 Y la única que siempre estaba ahí, para escucharme si me dolía la tripa, había tenido un mal sueño o ese día no me había sabido las lecciones y la señorita Petra me riñó, era mi querida Bernarda. La Bernarda era una criada que llevaba al servicio de mi abuela desde que mi madre apenas medía tres palmos y ella con sus treces años a duras penas conseguía poder levantarla del suelo. 
 Me gustaba sentarme en la cocina con ella y pasarme las horas observando como preparaba cada guiso o hacía otras tareas de la casa. Aunque le encantaba hablar, siempre estaba dispuesta a escucharme después de darme un bollo de pan con chocolate. 
 A veces estaba en la cocina también su sobrino Óscar, que tenía casi mi misma edad. Mi madre no me dejaba que jugara con él, por lo que despertaba más en mí una gran curiosidad.  Y a veces  le preguntaba a la Bernarda por qué él no iba a la escuela. Tenía un aspecto desaliñado, andaba descalzo y sus ropas  solían estar llenas de desgarros y remiendos. Su cara resultaba graciosa casi siempre llena de tiznajos y unas manos negruzcas que causaban pánico en la Bernarda cuando lo veía acercarse con ellas a algo de su cocina.  La Bernarda lo obligaba a lavarse en la pileta y después le daba como a mí una onza de chocolate pero su trozo de pan solía ser un mendrugo duro del día anterior.Alguna vez le hablaba a su tía y esta le reñía, porque de cada tres palabras que decía dos eran maldiciones y reniegos.
 Recuerdo, como un día muy especial, aquel en el que mi madre me regaló a mi querida muñeca Rosetta. Había soñado con esa muñeca desde que la vi en el escaparate de una vieja juguetería del centro. Deseaba con todas mis fuerzas que fuera mía y un día ella apareció con un paquete en la mano...
Deshice el lazo azul que envolvía la cajita con la mayor celeridad posible. Estaba ansiosa por ver su interior.
 Y entonces la vi a ella, mi Rosetta, con su lacito encima de sus finos cabellos rubios y ese vestidito rosa, sus calcetines de ganchillo a juego y unos zapatitos negros de charol. Me sonreía. Sentí que esa muñeca sin vida desprendía una luz muy especial. Ella y yo estaríamos unidas desde aquel momento hasta el final de mis días.
 Pasaba las horas jugando en mi cuarto con la única compañía de Rosetta. Durante un tiempo ansié tener un hermanito, con el que compartir mis juegos, pero mis padres, que se habían distanciado, nunca tuvieron en cuenta mis deseos. Entre los dos parecía existir una barrera insalvable.
 Cuando doña Felipa, la amiga de mi madre, quedó viuda, ella y sus dos hijas se transladaron a vivir a un barrio cercano al nuestro. Felipilla venía muchas tardes a jugar a mi casa. El instante en que la veía aparecer por la puerta de mi habitación era el mejor momento del día.  Sabía que se avecinaban horas de entretenimiento, confidencias y diversión.
Miriam: - ¡Felipilla!
Felipilla: - ¡Miriam!
Las dos nos entendíamos a la perfección. Nos gustaban las mismas cosas. Pasear los días de lluvia pisando los charcos aunque nos mancháramos los zapatos nuevos, comernos primero todo el chocolate y después el pan, bebernos deprisa el granizado e incluso gastarle alguna broma a la pobre Bernarda hablándole del que parecía querer ser su novio, un repartidor que iba todas los martes a casa y que se ponía muy nervioso cuando rozaba las manos de la Bernarda para darle las vueltas. Con mi amiga todo era más divertido.
Jugábamos a la comba y a la peonza...
Pero sobre todo con nuestras muñecas: mi Rosetta y la preciosa Angelita, una muñequita de grandes ojos y vestido azul, que le regaló mi madre a su ahijada por su octavo cumpleaños. 
La hermana de Felipilla también venía algunas tardes a jugar a la casa. Guadalupe era un torbellino. Sacaba todos los juguetes y lo dejaba todo por medio destrozado. Además siempre quería las cosas de su hermana. En cuanto vio a Angelita, la quiso para ella.
Guadalupe: - ¿A qué estáis jugando?
Miriam: - A las mamás, ¿juegas? Mira, esta es mi pequeña Rosetta. La pobre está hoy un poco pachucha y ha venido su amiga Angelita a verla.
Guadalupe: - ¡Yo me pido a Angelita!
Felipilla: - Es mi muñeca...
Guadalupe: - ¡Pues ya no!
Felipilla: - ¡No la cojas así! ¡La vas a romper! 
   Guadalupe dejó caer la muñeca ante los ojos desconcertados y llorosos de su hermana. La recriminó y se enzarzaron en una pelea.
 Alarmadas por las voces, nuestras madres llegaron y vieron la escena. 
La madre de las mis dos amigas no lo dudó, le dio dos azotes a Felipilla y tomó en sus brazos a la consentida pequeña Guadalupe, que había salido victoriosa y sonreía. Felipilla lloraba sin consuelo.
   Aquella noche ella se quedó en mi casa a dormir y yo le prometí que siempre seríamos las mejores amigas. Estaríamos unidas en los mejores y los peores momentos de nuestras vidas. Y así ella y yo seguimos creciendo juntas...
... Y nos hicimos dos jóvenes y bellas clacks...
                                                                   CONTINUARÁ...

10 comentarios:

  1. Hola: una historia entrañable y un tributo a la verdadera amistad... me encantaron las fotos y la casa. Todas las estancias son muy auténticas. Tienes de todo.!! Estoy deseando leer cómo continúa la historia... como la vida misma. Seguimos en contacto

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    1. Gracias, Marta. Me alegra que te guste este otro tipo de historia. Sí, la verdad es que ya no sé dónde meter tanto, jajaja.

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  2. ¡Por fin siguen las historias de los Bonmatí! Tenía muchas ganas de saber más sobre esta historia tan especial para ti, y para mi. La niñez de Miriam fue agridulce pero interesante. Que descarado y cochinorro era Don Eugenio, y para excusarse dice "¡Soy un click!" Como si esa frase lo salvase y lo convirtiese en una víctima esclava de sus impulsos, sin capacidad de razonar y pensarse las cosas...me da pena que Doña Isabel tuviese que vivir esa vida de apariencias, pero se sacrificó por su hija y por todas las cosas que podían perder si anunciaba las infidelidades de su marido. Que guapa la sirvienta, normal que Eugenio se lanzase a por ella. Bernarda me encanta. Aunque su pobre sobrino Oscar me da lástima, sucio y hambriento. Que mala es Felipilla, y encima las tortas se las lleva su hermana en vez de ella, que es la lianta y culpable. Hay muchos detallitos que me encantan como por ejemplo el bollo de pan con chocolate, la jaula, los juguetes y esas preciosas muñecas, ideales para las clacks pequeñas. ¿Cómo será Miriam de adulta? ¡Que siga pronto porfiii! Me encanta esta historiaaaaaaaaaaaa!!

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    1. Gracias, Dani. No sé qué haría sin ti. Siempre estoy deseando ver tu opinión cuando publico algo. Y me anima un montón todo lo que me dices. Ya sabes que es especial para mí esta historia. Espero no tardar tanto en publicar el siguiente capítulo. Un besote

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  3. El título del capítulo bien resume la historia de Miriam: un pajarillo en una jaula de oro. Como cuando un animalito vive así, el no conocer que hay algo más allá impide que añoren una vida más natural, pero de alguna manera les queda una melancolía que indica que algo no va bien, que la vida es algo más que eso que conocen. Me gusta por eso la presencia de Óscar, sucio, mal hablado, porque simplemente con verlo Miriam se hace preguntas, y seguro que intuye que no todo es como su madre le cuenta. Al menos, eso sí, tiene de todo, su preciosa muñeca y, lo que es más importante, una amiga con la que compartir la vida. Y qué injusta es doña Felipa, me he acordado de una escena de una antigua película, "Las aventuras de Tom Sawyer", en la que este, que era un pillo, está con un primo de esos que dan grima por lo modositos, se rompe un azucarero... y la bofetada se la lleva el pobre Tom, aunque el culpable era su horrible primo; pues aquí lo mismo, ¿quién no ha sufrido una Guadalupe en la vida, mimada y maleducada? Es un personaje que has clavado. Pero el tiempo pasa, las niñas son mocitas, y seguro que esta pequeña biografía no se va a quedar así, ¿cómo encajará con los personajes que ya conocemos? Como siempre, todo viene reflejado en unas fotografías en ensueño, ¿de dónde has sacado esas muñequitas tan preciosas? Todo, todo, es para enmarcar...

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    1. Gracias, Vicente. Siempre sabes captar cosas más allá de lo que se ve a simple vista y eso me encanta. Su hermana es caprichosa y malcriada sí aunque no mala. Ya se verá cómo es su comportamiento de adulta. Me alegra que te gusten las fotos. Me siento siempre muy arropada por tus palabras. Esas muñequitas son de casas de muñecas y las compré en un mercadillo medieval de los que suelen poner una vez al año o así con puestecillos en la calle. Cuando las vi, me enamoré de ellas. Y tengo otra distinta muy graciosa también que luego tendrá otro personaje muy especial pero para eso aún falta mucho.
      Un abrazo

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  4. Me he quedado enganchada a la historia, ya estoy deseando ver la continuación :)
    Un besazo

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    1. Gracias, Queca. ¡Qué ilusión que te haya enganchado! Pronto la continuaré.
      Otro besote para ti

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  5. Qué bonita historia, con cuánta sensibilidad está contada. Ahora nos presentas a nuevos personajes que seguro serán muy especiales e importantes para el relato. Ya empiezo a imaginarme cómo acabarás enlazándolo todo, aunque por supuesto seguro que no me hago ni una ligera idea de lo que ocurrirá. Me gustan los vestigios de infancia que se desprenden de las travesuras y el comportamiento de las niñas, también me cae bien Bernarda y me da pena la madre. Si es que los casamientos por compromiso no pueden acabar bien. Estoy deseando saber cómo continúa. Por supuesto las fotos son preciosas. Enhorabuena.

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    1. Muchas gracias Sinéad. Tus palabras son muy importantes para mí. Desprenden siempre una dulzura y sensibilidad que pocos saben transmitir. Me alegra mucho que te guste. Sí, la madre no tuvo mucha suerte. Y en Bernarda he querido plasmar un personaje entrañable tipo abuela o madre que siempre escucha y que con su cocina y llenando el estómago mágicamente consigue llegar a los demás y dar todo su cariño. Espero no haceros esperar tanto. Muchas gracias por pasarte. Un beso

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