martes, 10 de julio de 2018

El viaje de Diamante: Tercera parte - El infierno

Seguí a Barbilila por la escalera subterránea que se hallaban tras una entrada, que la maleza y  las rocas se habían encargado de ocultar. Culebrillas, serpientes, arañas gigantes... todo tipo de reptiles y arácnidos se cruzaban ante nuestros pies. Un enorme río de lava roja y borbotante cruzaba aquel siniestro lugar. Sentí un calor asfixiante y vi tras de mí salir un espeso humo de las rocas. La vegetación de aquel lugar parecía haber sido arrasada. Ni rastro de vida. Aquel lugar olía a muerte y putrefacción.
A final de la escalera un barquero parecía esperarnos. Barbilila le dio una moneda y me instó a hacer lo mismo. No tenía nada para pagar mi viaje. Pero entonces el barquero se fijó en algo que brillaba en mi pecho. El diamante que Sus me regaló cuando nos prometimos, símbolo de nuestro amor. Dudé un instante. Pero Barbilila me espetó a entregarlo, argumentado que allí ya no lo iba a necesitar.
Con zozobra, le entregué el diamante al barquero y subí a la barcaza rojiza y negra que crujía como si tuviera siglos de antigüedad.
El barquero comenzó a remar. Cada escena que dejábamos en nuestro paso a izquierda y derecha era más aterradora y espeluznante que la anterior.
De vez en cuando algún reptil o cadáver se enganchaba en los remos y el barquero lo desechaba con un movimiento brusco y sin apenas inmutarse.
Aquel esperpéntico lugar resultaba terriblemente amenazador. Los cadáveres se agolpaban a uno y a otro la de la orilla. A medida que avanzábamos las llamas de los miles de incendios se avivaban a nuestro alrededor. Los gritos proveniente de cada una de las cavernas, en las que aquel lugar se dividía, conseguían helar todo lo que quedaba de mi ser. Barbilila me explicó que cada cueva contenía un pecado distinto y en ella se recibía el justo pago por tal.
El barquero paró y nos hizo bajar. Saltamos a una rocas en forma de escalera por las que subimos. Quise preguntarle a Barbilila por qué me había llevado a ese lugar. ¿Acaso sería mi destino final ese sitio? ¿Tan malo había sido en mi vida? No me atreví a abrir la boca.
Cruzamos una pasarela dejando a nuestros pies la muerte en estado puro.
Una anciana fantasmal hacia gestos para atraernos hacia ella.
A duras penas logramos deshacernos de sus huesudas y moradas manos que se enganchaban en nuestras ropas como pinzas de cangrejo.
Allí estaba mi viejo compañero de aventuras, el pirata Gargalín. Su boca emitía unos sonidos imposibles de descifrar. Aquel espectro no parecía ni la sombra del vital click que había sido: bebedor, clackiero y tan peligroso en altamar como usurero cuando se trataba de repartir tesoros entre su tripulación. Lo asesinó uno de sus marineros, harto de su avaricia.
Bajamos a una de las cuevas, donde una bruja cocinaba un guisos que desprendía un hedor nauseabundo.
Acercó la cuchara del guiso hasta mi boca y me ofreció a probar. Aquel caldo ejercía un poder sobrenatural en mí que me atraía. Barbilila me detuvo a tiempo antes de posar mis labios en la cuchara.
Seguimos nuestro camino. Alzé mi vista al escuchar unos fuertes alaridos y vi a un click que era retorcido hasta desquebrajarse en un potro de tortura. No me atreví a preguntar a Barbilila por su pecado pero a tenor del castigo debió ser muy malvado en vida.
De repente una bestia gigante me agarró y me zarandeó como si fuera un pelele.
Hizo ademán de lanzarme al fuego y grité con todas mis fuerzas.
Por suerte Barbilila lo detuvo y pareció calmarlo. Me dejó en el suelo y seguimos caminando por aquel aterrador lugar.
Me fijé en las filas de clicks vestidos de rojo. Según me contó Barbilila eran almas en pena que desfilaban para pagar por sus pecados, esperando que les llegara el turno de ser torturados. Reflexioné sobre la cantidad de clicks que habían conducido sus vidas por el mal camino.
Otro click en un potro me pidió ayuda... Miré a Barbilila y él me hizo gesto de seguir e ignorar a aquel pobre infeliz.

Unas clacks de formas voluptuosas y mirada electrificante se acercaron a mí. Me empezaron a toquetear todo el cuerpo lascivamente y sin ningún tipo de pudor.
En otra situación habría sido difícil resistirse. El pecado de la lujuria fue siempre uno de los más afines a mi ser. Pero haberme dejado hacer por esas clacks hubiera sido mi perdición, pues su apetito sexual parecía ser tan voraz que pretendían comerme literalmente. Me di cuenta cuando sentí que sus afilados dientes se clavaban en mí con impudicia. 
Entramos en otra cueva. Una música hipnotizaba todos mis sentidos y los conducía hasta el fondo donde relucía intesamente un increíble tesoro compuesto por las piedras preciosas más finas y el oro más puro y brillante que mis ojos habían visto.
 Me abalancé sobre las monedas y lingotes e intenté atrapar el mayor número de rubíes, esmeraldas y otras piedras preciosas.
Pero Barbilila de nuevo me detuvo, advirtiéndome del peligro que escondía aquel maligno tesoro. Pues aquel que prefiriera aquellas piedras, sería arrojado al rojo fuego del infierno.
De nuevo, seguimos dejando a un lado la procesión de penitentes rojos guiados por un diablejo de pequeña estatura y de aspecto de niño pese a su larga barba.
Subimos de nuevo las rocas y llegamos a lo que parecía la cresta de un volcán en la que encontramos un verdadero cementerio de calaveras de distintos colores dispuestas todas ellas en una escala, que según Barbilila representaba distintas grupos sociales. Dispuestas allí, no importaba la jerarquía, no dejaban de ser un montón de huesos. 
Horribles seres nos penetraban con sus inquietantes miradas.
Sentía vértigo al mirar hacia bajo y ver todo en llamas.
Una hechicera con una mirada que no olvidaré jamás nos salió al paso y nos dijo algo ininteligible. Después nos dejó marchar.
Salimos por otra cueva llena de un blanquecino espeso humo.


Un ser negruzco con pañuelo rojo sobre la cabeza salió de entre las rocas y nos llamó con voz ronca, apretamos el paso y continuamos.
Otro ser fantasmal con sombrero nos vigilaba desde otro punto de las rocas haciendo aspavientos con los brazos y emitiendo sonidos guturales.
Miles de sapos croaban todos a la vez clavando en nuestros oídos su peculiar sonido, como si de una melodía infernal se tratase.

Eché una última mirada a aquel terrorífico sitio.
Cadáveres consumiéndose entre las llamas, con gesto de auténtico pavor...
Almas víctimas de sus pecados pagando un precio que nunca pensaron que pagarían...

Barbilila habló con la espeluznante diablesa que parecía custodiar la salida de aquel espantoso lugar.
La anciana del otro mundo nos abrió paso ante las palabras de Barbilila.

Seguí a mi amigo pirata por las cavernas de aquel lugar...
Miré aquel fuego por última vez, sentí miedo...

CONTINUARÁ...





1 comentario:

  1. Tenía muchísimas ganas de leer la continuación, no sabes cuantas. Estaba en vilo, queriendo saber que le ocurre a Diamante en ese lugar tan horrible, pero fascinante. Ya había visto las fotografías, pero es que no puedo dejar de alucinar cuando las miro. Son espectaculares, muy originales. Yo creo que no existe otra cosa igual. Todos esos seres, has sabido elegir muy bien los que quedan bien en el infierno, algunos customs tuyos son espectaculares y en un diorama así lucen muy bien. Esas rocas oscuras y el rojo intenso del la lava, el fuego...es una pasada. El recorrido que hacen por todo el infierno nos sirve para dar descubrir con detalle todo lo que ocurre allí. No hay pocos seres que intentan atrapar a Diamante. Menos mal que no se deja seducir por esas clacks que se lo querían comer o por todo ese oro maldito. Cuando he visto el oro, he temido que cayese en la trampa. Me viene a la cabeza aquella historia en la que había mucho oro en una iglesia y Diamante se volvió loco jajaja.

    ¿Hacia dónde lleva Barbilla a Diamante? Espero que ese viaje le lleve a un lugar mejor o que pueda reconducirlo hasta regresar a la vida. ¡Está interesantísimo!

    No tardes en seguir porfiiiiiiii

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