miércoles, 18 de julio de 2018

Pradito: 1. La muerte de Peralda

Conocí a Peralda en Isla Tortuga. Cuando los dos eramos casi unos chiquillos y esa isla no se parecía nada al horroroso complejo turístico en el que ahora se ha convertido. Yo aún llevaba coletas y Peralda era dos o tres años mayor que yo. Apuesto, valiente y prácticamente ciego de mi existencia, todo ello influyó para convertirlo en mi cabecita de adolescente en un chico con altas posibilidades de ser mi amor platónico. 

Ambos éramos hijos de piratas y entendíamos esa forma de vivir como la única y la mejor. Ver ahora postrado en el camarote, sin apenas alientos, a aquel click tan vital y fuerte que había sido... hacía que se me cayera el alma. 
Aquel verano en Isla Tortuga, había conseguido que finalmente se fijara en mí aunque solamente fuera para tirarme de las coletas y meterse conmigo. Unos años después volveríamos a coincidir en una aventura pirata y esa vez sí, él sucumbiría a la clack pirata en la que me había convertido. Vivimos una historia de amor que duró veintisiete días. 
Después habíamos coincidido y aunado fuerzas en algunas aventuras piratas contra barcos ingleses y franceses. Juntos pero nunca más revueltos. Ambos nos respetábamos y habíamos conseguido salvar una buena amistad.
¿Por qué había ido esta vez  a esa isla Negra maldita sin mí? Muchos le habían advertido de que el oro de allí no merecía la pena, que estaba maldito. Era muy peligroso. Pero él no hizo caso y llevó su barco hasta allí.  Nunca lo entendería. Cuando lo encontré, ya no había cura. Se había contagiado con esas fiebres  y estaba gravemente enfermo por el mal de esa isla. No había médico ni cura posible. Él lo sabía. Muchos de sus clicks habían muerto de la misma forma. Ahora sólo nos quedaba despedirnos de él.
De repente Peralda en un esfuerzo para volver a la consciencia me quiso hablar. Me apretó las manos y me confesó su mayor preocupación a la hora de afrontar la muerte: una niña. La engendró con una tabernera que falleció en el parto. Él se había hecho cargo de ella desde su nacimiento hacía casi siete años y ahora temía dejarla sola en el mundo. Sus ojos me lo imploraron y yo no me pude negar a ellos. Le prometí que no le faltaría nada a su hija Prado. Yo misma me encargaría de ello. Mi promesa lo calmó y le hizo volver a perder la consciencia, no sin  antes señalar con el dedo hacia un rincón del camarote.
 Othello y Duque se volvieron hacia ese lugar. Entonces miré también yo y en medio de la negrura vi dos ojos grandes que brillaban,
Parecía un animalillo. Asustada, encogida y hecha casi un ovillo. Estaba muy sucia y su pelo lo escondía una gorra vieja. Les pedí que la sacaran de allí.
Othello se acercó a ella y quiso levantarla. Pero entonces la niña lo mordió y salió corriendo mientras gritaba que no se separaría de su padre.
Othello: - ¡Maldita fiera! ¡Me ha mordido con toda su fuerza!
Duclack: - ¡Cogedla!
Duque y Carmelo trataron de atraparla pero los toreó como quiso y salió del camarote.
Othello salió malhumorado en su búsqueda.
La niña trepó por las cuerdas del barco, ligera como un ratoncillo.
Traviesa se volvía hacia Othello, que la seguía mucho más lento, riéndose y haciéndole burla. Aquello para ella era como un juego.
Cuando estaba a punto de ser atrapada, se agarró a una de las cuerdas que cruzaban el barco desde lo más alto y se lanzó, sin dudarlo.
Othello: - ¡Vuelve aquí!
Pradito: - ¡Tururú!
Othello se lanzó tras ella. Pero la pequeña volvió a saltar.
Se agarró en el palo de proa y allí se quedó acurrucada.
Ni Duque ni Carmelo fueron capaces de hacerla bajar de allí.
Duclack: - ¿Ha bajado ya?
Duque: - Esa niña es el mismo demonio. No hace más que su santa voluntad.
Duclack: - Ya bajará cuando le apriete el hambre. Peralda no pasará de mañana. Tenemos que ir hasta Isla Balbina. Es su deseo ir allí por última vez.
Como vaticiné, cuando Pradito tuvo hambre, bajó y comió de las sobras de la cena. Después la encontré sentada en popa sumida en sus pensamientos mientras miraba el mar. Me acerqué a ella y me senté a su lado.
Duclack: - ¿Podemos hablar de pirata a pirata?
Pradito: - Sí...
Duclack: - Sabes que tu padre pronto tendrá que partir a un viaje, al que no podrá llevarte. Sé que no es fácil aceptarlo. Vendrán muchos cambios en tu vida de ahora en adelante. Tienes que ser fuerte y afrontarlo como una verdadera pirata. Tu padre siempre estará aquí, en tu corazón.
Pradito me miró y se abrazó a mí. No necesitamos decir más.
Al amanecer llegamos a Isla Balbina. Peralda pudo despedirse como quiso, con una fiesta por todo lo alto allí. Falleció con el ocaso del sol. Disparamos cuarenta cañones: uno por cada uno de los años de su intensa vida. Sus cenizas fueron arrojadas al mar, como era también su deseo. El viaje de vuelta no fue fácil para ninguno de los piratas y mucho menos para Pradito que hasta entonces había permanecido callada. La abracé.
Pradito: - Ahora está en el mar, como él quería y yo estoy sola.
Pradito: - Quiero que se lleve mi gorra, así no me olvidará ni dejará de quererme.
Duclack: - Nunca dejará de quererte. Esté donde esté. Y no estás sola. Me tienes a mí. Hoy vendrás a dormir a mi casa, te quedarás allí, hasta que busquemos un nuevo hogar para ti. Las dos somos piratas. Y tú quieres ser capitana algún día, ¿no? Yo puedo enseñarte todo lo que sé de piratería. Me gustaría que fuéramos buenas amigas. ¿Quieres?
Pradito: - Sí.
CONTINUARÁ...

1 comentario:

  1. ¡Estaba deseando leer este capítulo! Es la primera aparición de Pradito y eso es muy especial. Se nota mucho que hay mucha conexión entre ella y Duclack. Este capítulo tiene partes muy tristes y otras divertidas, como cuando Prado sale corriendo y les da esquinazo saltando de un lado para otro del barco. Se nota que su padre era pirata y sabe desenvolverse perfectamente. Es revoltosa, pero con motivos. Su vida no ha sido nada fácil, y ahora lo es mucho más con la muerte de su padre. Me da mucha pena Perlata. La niña estaba un poco descuidada (la foto de ella escondida en ese rincón oscuro y sucia es desgarradora), pero la quería. La niña no ha conocido otra vida y ahora sin su padre...pobrecita. Me encanta la conexión que has hecho en un momento con Vacaciones en el mar, graciaaas. No he podido hacer lo mismo antes de comentarte la entrada, ya lo verás. Es divertido mezclar cosas y aludir a otras historias y personajes. La historia de Perlata y Duclack es muy bonita, aunque el final es muy triste. Ayyy, tengo ganas de leer másssss. ¡Que siga pronto pleaseeeeeeeeeeeeeeeee!

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