lunes, 30 de julio de 2018

Sebastián: Capítulo 1 - Un click servicial con un sueño

Al día siguiente Sebastián se despertó pronto. No le costaba madrugar. El reloj sonaba muy temprano siempre para él.
Empezaba su rutina de cada día.
 Había hecho suyo aquel baño minúsculo, junto a su pequeño cuarto de la buhardilla.
Era un lugar sencillo pero con lo básico para tener su espacio personal. Una ducha, un lavabo y un retrete. 
Mientras terminaba su afeitado. Siempre con after-shave para pieles sensibles, pensaba que se sentía cómodo en esa casa. 
 Su jefa la capitana Karó era una clack justa.
 Le pagaba un sueldo generoso, que le permitía pagar sus estudios y además tenía derecho a algunos días libres.
Sí, definitivamente. No necesitaba mucho más. Tal vez no tener que mentir a su familia y cumplir su sueño, para el que realmente había venido a la ciudad: ser escritor. Pero su madre era demasiado orgullosa para aceptar que su hijo se hubiera ido a la ciudad para acabar sirviendo en una casa, por eso prefería mantenerlos a todos al margen de su nueva vida. 
Hasta ahora no le había ido mal, omitiendo cuando hablaba con ella por teléfono algunos detalles de esa vida y utilizando su vocación de escritor para adornarla con muchos otros.
Le gustaba su trabajo y se sentía pese a todo un click con suerte desde que había llegado a la ciudad, cargado de sueños y dejando atrás su vida en el pueblo y un fracaso amoroso que le costó un largo periodo de duelo.
Por las mañanas su primera hacienda era sacar a Tinger y comprar el periódico.
Tinger y él se habían hecho buenos amigos desde el primer día.
Le daba de comer y beber...
Y se encargaba de lavarlo y cepillar su suave pelo. Los animales siempre se le habían dado bien. Al fin y al cabo toda su infancia y la mayor parte de su juventud las había pasado en una granja.
Barrer no tenía secretos tampoco para él... Era más desagradable barrer los excrementos de los cerdos y las vacas en la granja y lo había hecho muchos años.
A la aspiradora le había costado adaptarse. Nunca antes la había utilizado.
Pero cuando aprendió su manejo, bendijo los avances de la tecnología.
Le encantaba cuidar de las plantas y las regaba todas las mañanas con mimo.
Fregar los suelos...
Limpiar el polvo...
Limpiar más el polvo. La casa era tremenda...
Recogía el correo del buzón...

Y después ordenaba toda la correspondencia en facturas, cartas, publicidad... según la importancia, para que Duclack después las revisara cómodamente.
Le quedaba tiempo para barrer la entrada...
Antes de poner la lavadora... Tarea que podía realizar hasta dos o tres veces en el mismo día.
Tender la ropa...
Planchar...
Y guardarla en sus armarios limpia y sin arrugas.
También hacía la lista de la compra.
Cocinaba y después fregaba los platos.
Dejaba la cocina recogida.
Y aún le sobraba tiempo para algún arreglo de algo que se hubiera escacharrado.
Sebastián no paraba en todo el día. Era un click muy servicial. Y lo mejor de todo es que todo lo hacía con una sonrisa. 
Por las noches cuando se ponía el pijama y estaba ya en la cama. cogía su ordenador hacía sus tareas de un master a distancia sobre literatura comparada y finalmente le quedaba tiempo para escribir un nuevo capítulo de su novela. De momento era un proyecto que no había compartido con nadie pero algún día la publicaría. Lucharía por ello y demostraría así a todo el mundo que no había creído en él, entre ellos, su ex, la Juani, que se puede vivir de la escritura. Y sí no conseguía vivir de ello, seguiría escribiendo, porque eso es lo que le daba vida: escribir y darle forma a todos esos personajes, diálogos e ideas que le bullían en la cabeza sin parar.

domingo, 29 de julio de 2018

Aclarando las ideas: Comida con papá en el restaurante del mar

Duclack: - ¡¡¡Aaaaaaa!!! ¡Qué bien he dormido!
Duclack: - ¿Un momento? ¿Esto es el cuarto de Sebastián? ¿Qué hago aquí? ¡Oh, ahora recuerdo todo! Bebí demasiado ron anoche. ¿Hablaría más de la cuenta? ¡Ufff, me duele la cabeza!
Duclack: - ¿Quién me puso el pijama? ¿Sebastián?
Duclack: - Hola...
Sebastián: - Buenos días, capitana. ¿Ha descansado bien?
Duclack: - Sí... Tu colchón es bastante cómodo... Sebastián... ¿Anoche dije muchas tonterías?
Sebastián: - Usted nunca dice tonterías ni cuando el alcohol le tira de la lengua. Estaba hasta graciosa...
Duclack: - ¡Upps! Sebastián, te pido disculpas. Odio tratar de solucionar los problemas con el ron. Pero anoche fue demasiado: la caída de Prado, Teo, la cena...
Sebastián: - Sí, fue movida la cena, por lo que pude entender. No se preocupe, capitana. Conmigo no tiene que disculparse. Estoy aquí para servirla siempre.
Duclack: - Gracias...
Sebastián: - ¿Aún no ha probado el bollo?
Duclack: - No tengo fuerzas.
Sebastián: - ¿Quiere más café?
Duclack: - Sí, por favor y una pastilla para el dolor de cabeza.
Duclack: - (Hoy tengo que llamar a Teo. Pero no me apetece nada hablar con él. ¡Ainss! Estoy hecha un lío... Y este dolor. ¡Parece que me va a explotar la cabeza!)
Pradito: - ¡Buenos días!
Duclack: - Buenos días, ¿cómo va ese brazo?
Pradito: - Bien aunque no voy a poder lavarme...
Duclack: - Eso es lo que tú quisieras. Ya buscaremos la forma, para que no se te moje.
Duclack: - Sebastián, hoy no tienes que hacer comida para nosotras. Tienes el resto del día libre. Te lo mereces. Nosotras iremos a comer con mi padre al restaurante de Carmelo.
Pradito: - ¡¡¡BIENNN!!!
Duclack: - (Tal vez debería casarme. Puede que Teo sea mi última oportunidad. Todos al mi alrededor se casan y tienen hijos. Y yo sigo aquí... Pasando los años con complejo de Peter Pan... Pero hay algo en mi interior qué me dice que me frena...).
Pradito: - Está al lado del mar. ¿Por eso se llama Restaurante del mar? 
Duclack: - Eso es... 
Pradito: - Si Duclón es tu padre, ¿eso quiere decir que será mi abuelito?
Duclack: - No sé si le haga gracia eso de llamarlo abuelo. Pero sí...
Pradito: - ¡Qué bien! Nunca he tenido un abuelo. Y me gusta que sea pirata...
Duclack: - Hola Renzo. ¿Está mi padre?
Renzo: - Sí, ahí está... Y el mío también esperándote.
Duclack: - Bien. Mira, esta es Pradito. Pradito este es Renzo, el hijo de Carmelo. A Carmelo ya lo conoces del barco.
Renzo: - Hola
Pradito: - ¡Hola Renzo! Yo también soy pirata como tú.
Renzo: - ¡Ah... qué bien!
Duclack: - Vamos a la terraza, que ya he visto a papá y Renzo parece muy ocupado con el whatsappclick.
Duclack: - ¡Papá!
Duclón: - ¡Hija!
Duclón: - ¡Dame un beso! Ya era hora de que te dignaras a quedar con tu padre. Desde que vine de mis vacaciones, no has querido saber nada de mí.
Duclack: - He estado muy liada. Además si tú eres independiente para tomar decisiones transcendentales con Wenda sin contar conmigo, yo también lo soy.
Duclack: - Papá, esta es Pradito.
Duclón: - A ti también tenía ganas de conocerte... He oído mucho hablar de ti. Dame un abrazo...
Duclack: - ¡Carmelo!
Carmelo: - ¡Capitana! ¿Qué tal está? ¡Qué alegría verla por aquí! ¿Qué os pongo?
Duclón: - ¡Una buena mariscada!
Carmelo: - Pedir todo lo que queráis. Y la niña igual.
Carmelo: - Voy a darle vuelta al arroz que no se me queme.
Tina: - ¡Duclack!
Duclack: - ¡Tina! ¿Estás echándole una mano en el restaurante a Carmelo?
Tina: - Sí, no es tan buen jefe como tú pero no paga mal. (Risas)
Tina: - Dame otra click-cola y dos cervezas para la mesa del concejal...
Carmelo: - ¡Oído cocina!
Duclack: - ¿Qué vas a tomar Pradito?
Pradito: - ¡Tortilla con ketchup!
Duclack: - ¿Pero no te cansa siempre pedir lo mismo? ¿No quieres probar las rodajas de merluza?
Pradito: - Psss...
Duclón: - Una buena pirata, tiene que comer pescado. Además es necesario el fósforo para ser más lista que el enemigo.
Pradito: - Bueno, pues una tortilla y un poquito de merluza.
Duclack: - Eso está mejor.
Duclack: - ¡Qué bien se está aquí! Corre una brisa que da gusto... Fue una gran idea la de Carmelo de poner este negocio.
Duclón: - Y se ve que no le va mal. Siempre tiene gente y eso que hoy es un día de diario.
Pradito: - ¿Puedo ir a jugar a la arena hasta que traigan la comida?
Duclack: - Bueno, pero no te alejes mucho.
Pradito: - ¡Biennnnn!
Duclón: - ¡Qué energía tiene!
Duclack: - Demasiada...
Duclón: - Me recuerda a cierta niña pirata que no paraba quieta y anda que no me hacía correr detrás de ella...
Pradito: - Hola. ¿A qué juegas? ¿Te peleas con la pared?
Niño: - No, estoy entrenando.
Pradito: - ¿Jugamos juntos?
Niño: - Tú no tienes espada.
Pradito: - He visto unas cajas ahí detrás. Puedo hacerme una.
Niño: - Bueno...
Pradito: - ¡En guardia Mr. Wilson!
Niño: - ¿Por qué me llamas así?
Pradito: - Porque eres el capitán de los soldados ingleses. Yo soy la capitana de los piratas.
Pradito: - Oye, aquí dentro hay un escondite.
Niño: - No habrá más que porquería... ¿Hay algo interesante?
Pradito: - ¡Seguro que hay un tesoro escondido!
Pradito: - Espera, voy a tratar de alcanzar una cosa que brilla...
Niño: - ¡Serán monedas!
Pradito: - Falsa alarma... Era un envoltorio de papel de aluminio.
Duclón: - ¿Y entonces te apañas bien con el trabajo y la niña?
Duclack: - Sí, Sebastián me ayuda mucho con ella. Se encarga de todas las tareas de la casa y ella lo adora. Pero papá, estoy llena de dudas y de miedos... ¿Cómo lo hiciste tú para criarnos a Diamante y a mí solo?
Duclón: - El amor por los que quieres es capaz de solventar todos los obstáculos. ¿Y Teo qué dice de todo esto?
Duclack: - Teo... Esa es otra. Aún no sabe nada sobre mi decisión de adoptarla. Quería decírselo pero a veces es imposible hablar con él. Además...
Duclón: - ¿Además qué?
Duclack: - ¡Ay papá! Además... anoche me sorprendió pidiéndome matrimonio. Me llevó a un restaurante francés. Me cantaron unos mariachis y me lo pidió delante de todo el restaurante. ¡Pasé una vergüenza!
Duclón: - ¿Le dijste que sí?
Duclack: - ¡No!
Duclón: - ¿Le dijiste entonces que no?
Duclack: - En realidad, no le he respondido aún. Llamó Sebastián para decirme que estaba en urgencias con Pradito por lo del brazo y ya me puse nerviosa y me fui del restaurante. Él me acompañó pero ya no hablamos más de eso. Yo no tenía cabeza para ello.
Duclón: - Se va a enfriar la comida, será mejor que llamemos a Pradito.
Duclack: - ¿Dónde se ha metido?
Pradito: - Vamos a asaltar una fortaleza. ¡Sígueme!
Niño: - Pero no era tu enemigo inglés.
Pradito: - Sí, pero naufragó tu barco y te curé yo y ahora somos amigos. Has renegado de tu rey y has jurado fidelidad a la piratería...
Carmelo: - ¡Renzo, ve a buscar a la niña de Duclack!
Renzo: - ¿Ahora también tengo que hacer de niñero?
Carmelo: - No protestes, que aún no he olvidado lo de tu escapada. Y sabes que sigues castigado por muuuuucho tiempo.
Renzo: - Pfffffff...
Renzo: - Aquí está...
Duclack: - ¡Pero cómo vienes de sucia! ¡Te has revolcado por la arena!
Pradito: - Un poquito...
Duclón: - No le riñas... No es nada que no se quite con agua...
Duclack: - Pues verás tú la gracia que le van a hacer a Sebastián esas manchas en la ropa.
Duclón: - Pradito, ¿te gusta vivir en esta ciudad?
Pradito: - ¡Mucho! Y la casa de Duclack es supergrande... Además Sebastián es muy bueno conmigo y juega conmigo y me cuenta cuentos.
Tina: - La merluza... ¡Qué aproveche, bonita!
Pradito: - ¿Por qué esa clack no tiene pelo? ¿Se meterán con ella cómo conmigo por tener el pelo corto?
Duclón: - Es pirata. Los piratas podemos ir cómo queramos. Y no nos importa la opinión de los demás. Tenemos mucha más personalidad que ellos.
Pradito: - ¡Seeeh!
Carmelo: - Toma, guapa, otra click-cola.
Pradito: - ¿Sabes? Yo también soy pirata.
Tina: - ¿Ah, sí? Pues un día podemos ir juntas de aventura en el barco.
Pradito: - ¡Seeh! ¡Las chicas piratas molamos!
Carmelo: - Ese era el concejal que estaba con la alcaldesa.
Duclón: - ¿Qué pasó? Ya no se oye hablar de ellos.
Carmelo: - Eso hizo aguas, se ve, como muchos de los proyectos urbanísticos... Ahora ella está muy cerrada en dar otro salto en su carrera política.
Duclack: - ¡Hasta otra, Carmelo!
Carmelo: - ¡Ya sabéis que esta es vuestra casa! Tenéis las puertas siempre abiertas.
Duclón: - ¡Adiós!
Duclón: - ¿Entonces qué has decidido hacer respecto a Teo? ¿Lo quieres?
Duclack: - Sí... Pero papá, no me termino de ver a su lado toda la vida... Es dar un paso tan importante. ¿Por qué ha tenido que pedírmelo? .
Duclón: - Yo lo que veo es que ese click es muy poco pollo para tanta gallina como tú... Duclack, no te precipites por miedo a la soledad o por seguir el camino que la sociedad trata de imponernos. Si no estás segura, date un tiempo. Aclara tus ideas y sobre todo, escucha tu corazón. Sólo entonces podrás tomar una decisión acertada
Duclack: - ¡Papá! Siempre me das los mejores consejos. No sé qué haría sin ti. Siento ser una cabezota a veces y haber estado enfurruñada por lo de tu boda, por eso no he querido quedar antes contigo. Te quiero mucho y eres libre también de tomar tus propias decisiones. Además sé que Wenda es una buena clack y me alegra que hayas encontrado la felicidad a su lado.
Duclón: - Siempre serás mi niña.
FIN