sábado, 14 de julio de 2018

El viaje de Diamante: Cuarta parte - El Purgatorio

A la salida de la última gruta del Infierno nos esperaba una barca cargada de clicks con túnicas moradas y púrpuras. Un ángel iba a su cargo. Subimos y nos mezclamos entre esos clicks. El ángel condujo la barca lejos de allí. No sé cuanto tardamos en llegar. Pero cuando llegamos a la costa, seguimos al grupo hasta las puertas de una enorme fortaleza que se erigía ante nuestros ojos, construida sobre una montaña.
En ángel que los guiaba tenía el mismo corte de pelo que mi capitana Duclack pero su encare era mucho más feroz. Me acordé de ella y me pregunté dónde estaría ahora la que había sido una de las clacks más importantes de mi vida.
 Los clicks de morado y púrpura  se dispusieron en fila bajo sus órdenes y fueron distribuidos para pasar por una u otra puerta. Según me explicó Barbilila allí los señalarían con una p. Ingenuo de mí pensé que esa p era de Playmobil, algo así como nuestra g de la planta de los pies. Más tarde comprendí que se trataba de los pecados que tendrían que espiar. 
Allí esos clicks eran despojados de todas sus ropas. Llevaban tantas p en la frente como pecados habían cometido y en cada terraza de esa inmensa montaña podrían espiar uno de aquellos. Cuando lo hicieran, una p quedaría borrada y podrían ascender a la siguiente terraza, como si de peldaños se tratase.
Una de aquellas clacks pecadoras se quedó mirándome hasta intimidarme. Pude adivinar el pecado que la había conducido hasta allí.
En la primera terraza los soberbios llevaban enormes piedras pesadas que les hacían caminar encorvados.
Aquellos clicks portaban tantas y tan pesadas piedras como la cantidad y el peso de los pecados en los que habían incurrido.

Les seguían los iracundos obligados a azotarse las espaldas mientras caminaban.
Tenían la espalda en carne viva de cada uno de los golpes que se autoinfligían.
Sentí el dolor de cada uno de esos azotes, como si se tratase de mi propia piel.

Alzé la vista un poco más y vi a otros pecadores castigados por su avaricia a sacarse los ojos a mazazos.
Se golpeaban hasta sacarse los ojos y dejar de codiciar atesorar posesiones.
La lujuria, la pereza y la gula eran también tratados y expiados en aquel penoso lugar con perversas penas exculpatorias.
Los envidiosos caminaban solos, despojados de todo no tendrían nada que ver ni envidiar.

Una vez librados de todos esos pecados, el alma mucho más ligera e inocente llegaba hasta el Edén...
...donde se preparaba espiritualmente para ascender hasta el Paraíso.

El ángel vigía se volvió hacia nosotros al ver que conversábamos y que nos habíamos salido de la fila.
Nos obligó a volver a ella, haciendo turno para ser marcados con las p e iniciar nuestro camino de ascenso.

Me preguntaba cuántas p marcarían en mi frente. ¿Qué tan pesadas serían las piedras que tendría que llevar?
Barbilila me hizo señal de seguirlo aprovechando un descuido del ángel custodio.
De la misma manera que entramos salimos por otra puerta.
Fui tras Barbilila, sin dilación, no sin antes posar mis ojos en una bellísima pecadora que compadecí. ¿Acaso no había en aquel lugar perdón menos duro para una clack de rostro tan dulce?
 Seguí los pasos de mi amigo pirata, hasta la salida de aquel penoso purgador lugar. ¿Qué sería lo siguiente?
Continuará...

1 comentario:

  1. ¡IMPRESIONANTE! Este purgatorio es perturbador, espero que algo así no exista, o me van a marcar con miles de P jajaja. Me encanta la idea que has tenido y la representación que has hecho. Ascendiendo según sus pecados, con un castigo terrorífico específico para cada uno de ellos. Es terrible, sobretodo esos que son obligados a destrozarse los ojos...al menos luego ascienden hasta el paraíso. Me gusta muchísimo cada representación, la utilizad que le has dado al coliseo (es ideal) y cada uno de los clicks que has elegido para cada escena. Pobre Diamante, ¿que otra cosa terrible le tocará ver? ¿Encontrará una salida de vuelta a la vida? ¡¡Esta historia me fascina!! ¡¡Que siga prontoooooo!!

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