miércoles, 25 de julio de 2018

Pradito: 7. El internado

El internado era un edificio inmenso de puertas y ventanas de madera y techo de paja. Un antiguo convento habilitado en su ala este para las internas. Sor Tecla me fue contando cosas del lugar al que íbamos durante todo el viaje. 
Sor Tecla: - La cena es a las ocho. Podrás dejar las cosas en tu habitación y asearte antes de bajar.
Sor Adelaida: - ¡Bienvenida a tu casa! ¡Qué Dios te bendiga, pequeña!
Sor Adelaida: - Estoy muy ocupada en la cocina con la cena. Pasad dentro, la madre superiora os está esperando.
Madre Superiora: - Bienvenida, María del Prado. Sor María te explicará todas las normas de este santo lugar antes de bajar a cenar. También te enseñará tu cuarto. Espero que seas digna de la caridad con la que te acogemos y sigas con rectitud las normas de esta casa.
Sor Tecla: - Espera aquí, un momento. Sor María viene enseguida.
Sor Mª Brígida: - Tú debes ser la niña nueva. ¡Qué bonita esa muñeca! ¿Cómo te llamas?
Pradito: - Pradito. Sí, me la regaló mi mejor amiga.
Sor Mª Brígida: - En esta vida es necesario rodearse siempre de buenos amigos. Jesús tenía doce.
Sor Umiko: - Vamos, niñas, seguidme...
Pradito: - Hola, soy Pradito... (Risas)
Sor Umiko: - ¡Silencio! Y no os quedéis mirando. Seguid mi paso.
Yun: - Hola...
Sor María: - Ya estoy aquí. Vamos a ver tu cama y dónde puedes dejar esas cosas.
Pradito: - ¿Dónde van esas niñas?
Sor María: - Es la hora de recreo en el jardín. Pero tú ya tendrás tiempo de ir otro día y conocer a tus compañeras.
Sor María me enumeró todas las normas una por una haciéndome repetirla para ver si las comprendía. Había normas para todo, incluso para ir al baño.
Sor María: - ...Y por supuesto nada de hablar después de las nueve y media. Se apagan las luces y es hora de silencio, recogimiento y descanso.
Pradito: - Pues sí que hay normas en esta casa...
Sor María: - Quejarse es un vicio muy feo y que no le gusta al Señor. Hay que saber resignarse y obedecer sin rechistar.
De repente una campanilla sonó. 
Sor María: - ¡Es la hora de la misa de la tarde! Ven conmigo. Así conocerás la capilla y podrás dar gracias por haber sido acogida en el seno de esta bendita casa.
La capilla estaba llena de monjas y niñas cantando cuando llegué. La madre superiora hizo una lectura y todas escucharon atentas esperando su turno para contestar a coro. Se me abría la boca. Tenía hambre pero sobre todo me aburría soberanamente. Me estiré a gusto. Una monja mayor que estaba a mi lado me riñó y me dijo que eso era una falta de educación. Miré el rostro del Cristo que estaba en la cruz frente a mí y mi imaginación se transportó muy lejos de allí.
Estaba en el barco con papá, una ballena azul nos seguía. Saqué mediocuerpo por la barandilla e intenté tocarla. De repente me puse a gritar: ¡He tocado a la ballena azul! 
Me había quedado dormida y en mi ensoñación me había puesto a hablar en voz alta. Sor Cortés me regañó y me castigó sin postre, para que reflexionara sobre el respeto delante de Dios.
La cena no tenía muy buena pinta. Unas acelgas hervidas y media patata cocida. Al parecer a Dios no le gusta que comamos demasiado.
Intenté tomármelo pero aquello estaba insípido. Yun me pidió mi ración si yo no me la iba a comer. Se la di encantada. Esa niña era la más simpática de todas mis compañeras pero su paladar gustativo dejaba mucho que desear.
Pedí tortilla francesa con ketchup pero Sor Pía me fulminó con la mirada y me tocó soportar su sermón sobre los cuarenta días que Jesús estuvo en el desierto sin comer y sobre aquellos niños de las misiones que no tienen nada para comer y son felices. Me hizo rezar tres Padrenuestros para purgar mi caprichoso. Cuando le dije que no sabía rezar, se echó las manos a la cabeza y decidió quedarse después de la cena conmigo para enseñarme al menos tres oraciones básicas para cualquier principiante.
Cuando por fin, pude subir a mi cuarto y dejar mi penitencia, las otras niñas habían revuelto mis cosas y una de ellas, la que parecía la lider de todas, tenía en sus manos la muñeca que Suselle me regaló.
Eva: - ¿Aún duermes con muñecas?
Pradito: - ¡Es mía! ¡No tienes derecho a tocar mis cosas sin mi permiso! ¡Suéltala!
Eva: - Aquí compartimos todo. Ahora es mía.
Sentí tal furia al verla con la muñeca en la mano y con el desprecio que me hablaba, que me abalancé sobre ella y comencé a zarandearla y tirarle de los pelos. Ella me daba patadas y puñetazos y yo respondía con golpes más fuertes y mordiscos por donde podía. Las otras niñas empezaron a gritar y jalearnos.
No tardaron en aparecer las monjas y vernos en esa guisa.
Eva resultó una gran actriz con lágrimas y una trola digna del PlaymOscar.
Las monjas la creyeron y como yo era la nueva no quisieron ni escucharme. Me castigaron sin ir de excursión al día siguiente.
Sor Adoración: - La madre superiora me ha dicho que debes quedarte conmigo ayudándome en la cocina toda la mañana.
Sor Adoración: - Empezaremos por barrer el suelo. A ver qué tal se te da.
Fregué los cacharros...
...en un pilón al que apenas llegaba.
Y aprendí a hacer rosquillas, pastas y magdalenas.
En el fondo prefería haber hecho todo eso a soportar a esas niñas repelentes y odiosas. Incluso hice un amigo nuevo, al que pedí ayuda para mi venganza, porque como pirata no pensaba dejar las cosas así.
Niñas: - ¡¡¡Uaggggggggggggggggh!!! ¡Un ratón!
Eva: - ¡Ha sido Pradito, me lo metió por la ropa limpia!
No entendía por qué tanta alarma por un pequeñito roedor con mucho más corazón que cualquiera de ellas.
Sor Tomasa sí lo entendió. Y me castigó de nuevo encerrada en el cuarto toda la tarde.
Por la tarde pedí permiso a Sor Mercedes para ayudar a adornar de flores la capilla. Milagrosamente me lo concedió. Allí descubrí a una monja que hasta entonces no había visto: Sor Josefa. Tenía una corvada chepa y en vez de la cofia o toca que llevaban todas, lucía un sombrero negro con una pluma. Esa monja era una auténtica pirata. Las otras niñas decían que tenía un ojo de cristal. No hablaba nunca y su figura estaba sumida en un halo de misterio. A mí me pareció una auténtica bucanera y sólo por eso se ganó todo mi respeto y admiración. Me sentí segura de contar con una pirata en aquel lugar.
Cuando me levantaron el castigo, pude pasar más tiempo con Yun y nos hicimos buenas amigas. Esa niña era un cielo. Todo lo que le decía le parecía bien. No hablaba mucho pero me seguía fiel en mis locuras escuchando mis historias fantasiosas durante horas. Al ser tan inocente, no tenía mucho mérito que ella creyera en todo lo que le contaba, por más que me esmeraba en mis mentiras y seres imaginarios. Una mañana la convencí para hacerse pirata como yo. Le aseguré que el poder de las monjas como el de los piratas, estaba en la bebida roja que escondían en la pequeña bodega de la cocina y tomaban en la misa: la sangre de Cristo.
Nos colamos en la cocina sin ser vistas y me hizo de vigilante en la puerta mientras yo sacaba algunas botellas y me las escondía bajo la camiseta.
Estábamos Yun y yo en nuestro festín de sangre divina cuando Eva entró en la habitación y nos vio. La muy acusica nos amenazó con chivarse a las monjas y no tardó en cumplir con sus amenazas. Nos deshicimos de todas las botellas en cuestión de segundos. Pero el aliento a vino y nuestro estado achispado fueron pruebas suficientes, para que las monjas no pusieran en dudas sus palabras. Después descubrirían las botellas vacías bajo la cama. Esta vez nos cayó una buena a Yun y a mí. Con la pobre Yun por ser la primera vez que transgredía las reglas fueron más compasivas. Conmigo no hubo piedad, me había convertido para esas monjas en la reencarnación del diablo.
Estar castigada se convirtió en mi día a día.
Las tareas domésticas, como barrer, limpiar el polvo o fregar escaleras, ya no tenían misterio alguno para mí. Cuando las hacía, me acordaba de Sebastián. ¿Estaría él también barriendo la mansión de Duclack? El pequeño gatito blanco que habitaba el convento me recordaba a Tinger. Y todo el día pensaba en Duclack ¿Estaría en su barco buscando alguna isla con un tesoro escondido?
Los días pasaban y cada día me sentía más triste y sola. Estaba harta de esas paredes oscuras, de las niñas acusicas y falsas y de las monjas que me castigaban a todas horas. Ahora habían descubierto que no sabía leer y se habían empeñado en enseñarme con clases extras a la hora en que todas las niñas podían disfrutar de salir al jardín. Deseé que un huracán levantara aquel edificio y se llevara el techo, las puertas y todos los muebles con las monjas dentro.
Una tarde estaba llorando en mi habitación cuando Sor Josefa apareció. No sé si fue producto de un sueño pero juraría que ella estaba allí y por primera vez la escuché hablar. Me dijo:
Sor Josefa: - Prado, no estés triste. Los verdaderos piratas somos muy fuertes. Podrás con esto y con lo que te echen. Eres una pirata, como yo. - Al instante Sor Josefa desapareció.
Había pasado casi un mes de mi llegada a aquel lugar cuando una mañana escuché a las monjas decir que un matrimonio muy importante quería conocerme. En el tiempo que llevaba allí siete familias habían rechazado adoptarme tras una pequeña entrevista personal. Decían que querían una niña más pequeña y más tranquila. A esas alturas ya había desarrollado una gran animadversión por las parejas con aspiraciones a padres. Así que ese día cuando escuché a las monjas hablar, decidí esconderme donde nadie jamás me encontraría: el techo de la capilla. Como había tenido la precaución de subir con un puñado de hostias consagradas de la eucaristía, no tenía hambre y decidí quedarme allí todo el día, divertida de que todo el convento me buscara y no me lograra encontrar.
A la hora de la misa de la tarde las monjas hicieron una misa especial por mí, pidiendo a todos los santos que apareciera viva. A esas horas viendo sus caras de preocupación y hasta las lágrimas de mi amiga Yun rezando, ya no sabía cómo bajar y dar la cara. El problema era que en todas esas horas no había podido vaciar mi vejiga, que estaba llena. Me empecé a hacer mucho pis, tanto que no pude aguantar más y me meé encima allí mismo. Mi orina cayó encima de todas las monjas y niñas allí reunidas empapándolas. Miraron entonces el techo para comprobar la gotera y me vieron allí. Como castigo, estuve tres días aislada en un cuarto sin ventanas ni luz. Lloré hasta que al cuarto día me encontraron inconsciente delirando, con una fiebre muy alta. 
No recuerdo nada de esos días. Sólo se me vienen imágenes borrosas de las monjas nerviosas de acá para allá.
Luego me enteré de que un doctor fue a verme. Las monjas no le hablaron del cuarto oscuro que me llevó a ese estado.
Al quinto día desperté con mucho apetito. Sor Adoración se puso muy contenta y lo interpretó como una señal de que sus oraciones a San Lorenzo y a San Pascual Bailón habían funcionado. Me dieron de comer los mejores manjares y los dulces que antes no me habían dejado probar, porque eran para vender. Sor Adoración me hizo incluso la tortilla con ketchup que le pedí.
Cuando me encontraba algo más recuperada, Sor Mª Brígida, la hermana más mayor del convento, se sentó en mi cama y estuvo hablando conmigo. Me preguntó sobre mi vida antes de llegar al internado. Le hablé de papá, de los piratas, del barco y le conté todo lo que había vivido con Duclack y Sebastián. También de mi mayor deseo. Me escuchó atenta haciéndome preguntas y por primera vez sentí que a alguien le importaba realmente en aquel lugar. 
                                                 CONTINUARÁ

1 comentario:

  1. ¡Ay madre la que lía Pradito! Me imaginaba que hacía travesuras en el convento, pero no tantas jajaja. Sin duda alguna, la de subirse al techo todo el día y luego mearse encima de todas ha sido la que más me a sorprendido y con la que más me he reído. La pobre, no entiende nada de eso. No entiende su fe ni su forma de entender la vida. No es que sean malas, simplemente intentan educarla de la mejor forma que saben y con la mejor de sus intenciones. Esas niñas son odiosas, me he reído cuando he leído el nombre de la niña mala, Eva. Me he acordado al momento de mi amiga de la infancia, que tan mal se comportó conmigo y que siempre me la liaba.Te tengo que preguntar si es casualidad o te has inspirado en ella. Pradito sufre todos los castigos habidos y por haber jajaja. Ella es pirata de corazón, igual que su padre y Duclack. Echa de menos a Duclack y Sebastián, es lógico. Al menos tiene una amigita, aunque también la mete en líos a la pobre jajaja. Pradito enferma, yo creo que por haberla encerrado en ese cuarto sin ventanas (que por eso yo creo que intentan compensarle dándole de comer cosas ricas y así sentirse ellas mejor), pero también por la tristeza de estar lejos de Duclack. Me viene a la cabeza Heidi, cuando está en Frankfurt y enferma de tristeza. Algunas monjas son estrictas, pero otras son simpáticas y parecen entender a Pradito. Son Josefa es una de ella, parece que en su pasado fue pirata. ¿Cómo habrá pasado de ser pirata a monja? Esa historia sería interesante de conocer. Miro en convento y me da penilla...sabiendo lo que ocurrirá. Al menos te dio tiempo a hacer esta historia, su última historia. Ayy, se queda en un momento muy emocionante, ¡Pradito no quiere ir con familias desconocidas! Quiere estar con Duclack y Sebastián. Me encanta cuando defiende la muñeca que le regaló Suselle y cuando pide comer tortilla con ketchup. Tiene muchos detallitos y podría alargarme muchíiisimo más. Estoy deseando que sigas, espero que puedas colgar otro hoy mismo o mañana. ¡¡¡Esta historia me encantaaaaaa!!!

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