domingo, 22 de julio de 2018

Pradito: 4. De compras en la Avenida Princesa Alexia

A la mañana siguiente cuando me levanté, la luz de la cocina estaba encendida.
Pradito se había adelantado a Sebastián y ya estaba desayunando. Estaba tan emocionada por nuestra salida que no había querido hacer tarde para levantarse, asearse y desayunar.
Esta vez había cambiado la tortilla de ketchup por unos bollos recién horneados.
Después del desayuno nos vestimos y fuimos a la parada de tranvía. Hacía poco que habían inaugurado de nuevo el antiguo servicio de tranvía al centro. A Pradito le hacía ilusión subir en él.
Sebastián nos ayudó a sacar los billetes.
Cogió un plano para ver la ruta que haríamos. Pradito estuvo mirándolo curiosa, como si se tratara de un mapa del tesoro.
Era la primera vez que salíamos los tres.
Duclack: - Daban lluvias para hoy. Por eso me puse la cazadora pero desde el primer momento me empezó a estorbar.
Prado: - ¿Cuándo viene?
Sebastián: - Enseguida.
Duclack: - Un poco de paciencia, Prado.
Pradito: - ¡Ya está aquí!
Pradito: - ¡Wow! ¡Qué bonito! Es como un barco de tierra.
Sebastián: - Venga, subamos...
Sebastián: - Siéntate ahí, Pradito. Tú también, Duclack. Yo me quedaré de pie.
Duclack: - Voy bien de pie también.
En diez minutos estábamos en el centro.
Bajamos en la parada de la avenida Princesa Alexia. La calle estaba llena de transeúntes que bajaban al centro para sus negocios y compras.
El gran centro comercial llevaba en pie desde su inauguración en 1891. Era un edificio precioso de estilo sylvanclickista. Corrían rumores sobre la quiebra y su próximo cierre. Lo cierto es que desde la inauguración del nuevo centro comercial a las afueras este no había soportado la crisis y había ido en picado. Aunque el sitio una avenida que era una de las arterias principales de la ciudad al lado del casco antiguo era inmejorable, no podía competir en precios con el nuevo. Unos empresarios chinos estaban detrás de comprarlo a un precio de risa con la idea de tirarlo y construir en él dos torres de oficinas. 
A Sebastián le traía muchos recuerdos. Cuando era niño, sus padres lo trajeron a la ciudad para operarlo de las anginas. Tras la operación, le compraron un coche en la juguetería del centro comercial. 
Entramos por la mítica puerta giratoria dorada.
Pradito se entusiasmó y empezó a dar vueltas y vueltas.
Una señora mayor se enfadó, porque bloqueábamos el paso y nos riñó.
Señora: - ¡En vez de reírle las gracias a su hija bien podían educarla un poquito mejor! 
Sebastián y yo nos miramos extrañados por la confusión de la señora tomándonos por sus padres y nos echamos a reír. 
Subimos a la planta de arriba y nos asomamos al balcón. Las vistas eran preciosas desde allí.
Después fuimos a una boutique para niños y Pradito se estuvo probando ropa y comprando todo aquello que necesitaba.
Después de la vestimenta, tocaba el calzado. Para ello volvimos a subir a la planta de arriba donde estaba situada la zapatería infantil.
El vendedor era excesivamente pesado pero había zapatos muy bonitos. Elegimos varios modelos y se los estuvo probando.
Prado: - Me gustan estos también.
Pradito: - ¡Y las deportivas azules!
Duclack: - Pruébate estos lilas. Son preciosos.
Vendedor: - Tengo un número más si ese te está pequeño.
Pradito: - Creo que este no es mi número.
Duclack: - ¿Te aprieta en la punta?
Sebastián: - Esas deportivas me gustan hasta para mí.
Pradito: - Jejeje
Pradito: - ¿Qué tal estas pantuflas?
Sebastián: - ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Llevas dos conejos en los pies!
Pradito: - Jajajajajajaja
Vendedor: - ¿Quieres probarte este rosa con un poco de tacón? Este se lo llevan mucho las niñas.
Pradito: - ¡No!
Cuando terminamos en la zapatería, propuse ir a la juguetería.
 A Sebastián le hizo ilusión volver a ese lugar aunque hubiera cambiado mucho en todos aquellos años y Pradito se volvió loca cuando vio todos esos juguetes juntos.
Pradito: - ¡Wow! ¡Cuántos juguetes! ¡Peonzas, marionetas, peluches!... ¡Y hasta barcos!
Sebastián: - Es un lugar mágico.
El vendedor era un señor de unos cuarenta y tantos bastante friki. Pradito iba de un lado para otro. Se quedaba parada mirando y se sorprendía con cada juguete.
Pradito: - ¡Dinosaurios! ¡Mirad! ¡Y un robot escorpión!
Pradito: - ¡Wow!
Pero hubo algo que capto toda la atención de Pradito: un velero enorme.
Vendedor:  - ¿Te gusta?
Pradito: - Mucho.
Vendedor: - Pídeselo a tus padres, sólo vale 225 cleuros.
Pradito: - Upps...
Duclack: - Puedes elegir un juguete. Pero sólo uno.
Pradito se quedó mirando todo tratando de tomar la mejor decisión rápidamente.
De pronto se fue hacia un mueble y vino con un barquito chiquitito rojo en la mano. Nos sorprendimos de que no quisiera el velero.
Duclack: - ¿Estás segura de que es ese el que quieres?
Pradito: - Sí. Un pirata no necesita un barco más grande para ser un verdadero pirata.
Le sonreí orgullosa por sus palabras y su decisión.
Salimos del centro comercial cargados de bolsas.
Duclack: - ¿Quién tiene hambre?
Pradito: - ¡¡¡Yooooo!!!
Duclack: - Pues vamos a buscar un sitio para tomar algo.
Pradito y Sebastián: - ¡Weeeeeeeh!
Después de una mañana ajetreada, iba siendo hora de reponer fuerzas. Había sido una mañana muy especial.
CONTINUARÁ

1 comentario:

  1. ¡Menuda mañana más chula! A mi me encantan las mañanas así. Te levantas, un dulce delicioso para desayunar y a mirar tiendas en un centro comercial, que además es precioso y luego, ir a comer. ¡Me apunto! A la próxima me voy con ellos jajaja. Pradito disfruta mucho, yo creo como nunca en su vida. Duclack es muy generosa y le regala muchísimas cosas, ropa, zapatos y un juguete. Me gusta que Pradito tenga esa forma de pensar, que no vaya directamente por el barco más grande, se conforma con otro más pequeño y encantada de la vida. Me hace gracia volver a ver al zapatero pesado, hacía mucho que no salía. El tranvía es precioso, pero es que el centro comercial es...una joya, tan bonito e ideal para los clicks que no lo puedes dejar de mirar. Me encanta, la avenida Princesa Alexia. Muy interesante que no esté resistiendo el tirón del centro comercial moderno y se lo esté rifando los compradores.Espero que no se lo queden los chinos...sería una pena que un edificio tan bonito se convierta en escombro. Pienso mucho en algo que me dijiste, con Lilu...a lo mejor esta es una puerta abierta para ella y le devuelva la ilusión por la vida. Un capítulo chulísimo con unas fotos alucinantes. Pradito está viviendo un sueño. ¡¡Que sigaaa!!

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