domingo, 15 de julio de 2018

El viaje de Diamante: Quinta parte - El Paraíso

Delante de nosotros se alzaban unas puertas doradas de una inmensa fortaleza con paredes blancas, en cuyos balcones asomaban cientos de pequeños seres celestiales con semblante de infantes, querubines alados, que sonrientes y traviesos nos saludaban desde lo alto.
Aquel lugar transmitía una sensación de paz y tranquilidad que mi alma ansiaba después de lo vivido en nuestras dos paradas anteriores.
Una embriagadora fragancia a rosas invadía nuestro sentido del olfato.
Me fijé en algunos seres que se encontraban delante de las puertas. Parecían dividirse en dos grupos: seres alados que se encargaban de mantener el orden en aquel espacio y otros que vestían de blanco y parecían esperar su turno para traspasar las puertas de aquel lugar. Ambos tipos de seres llevaban en sus manos arpas que tañían, flautas dulces y trompetas, así como otros instrumentos musicales que hacían sonar invadiendo aquel lugar de una agradable música que acariciaba todos los sentidos.

Traté de ver aquello que escondían esas puertas. Pero mi vista no alcanzaba a ver demasiado desde allí.
Barbilila me pidió que le entregara la capa. Ya no la necesitaba.
De repente vi una cara conocida: el chino Juan. ¿Por qué se encontraba también en aquel lugar? ¿Acaso habría muerto en aquel transcurso de tiempo que había pasado desde que yo estaba vivo? ¿Cuánto tiempo habría transcurrido? De repente, fui consciente de que el tiempo en aquel lugar no tenía por qué medirse igual que el tiempo en la tierra y de que tal vez habrían pasado siglos desde mi muerte. ¿Qué habría sido de Sus? ¿Se habría vuelto a casar? ¿Me habría seguido amando más allá de la muerte? ¿Y mis hijos, Dante y Suselle? ¿Se habrían hecho clicks de provecho? 
El chino Juan me sacó de mis pensamientos con su saludo. Siempre perfecto, en la tierra y en el cielo. Igual que había aparecido, el chino Juan desapareció.
Barbilila me llevó hasta uno de los bellísimos ángeles que custodiaban aquel lugar. No sé si los ángeles tienen sexo o no pero allí parecían distinguirse y este parecía de sexo femenino por sus agraciadas formas y hermosas facciones. Nos saludó efusivamente. Tenía el cabello como el ángel del Purgatorio y como mi capitana Duclack pero de un dorado tan reluciente como el oro.
Mi buen amigo Barbilila se despidió dejándome a cargo de aquella angelical alma, que respondía al nombre de Ariel.
Ariel tomó mi mano ofreciéndome desde el principio mucha confianza y tranquilidad.
Eché una nueva mirada a mi alrededor. Aquellos seres parecían tener un brillo interior. Sus almas eran tan puras que resplandecían.
Escuché risas provenientes de la parte de arriba.
Los querubines traviesos me lanzaban nieve desde lo alto.
Uno de ellos me sonrío desde una ventana recordándome en su sonrisa tan limpia a Suselle, mi niña...
Ariel me condujo hasta la puerta donde un guardián con barba larga y cabellos blancos que sujetaba en sus manos unas llaves doradas me preguntó el nombre.
De la nada sacó un rollo de papel en el que se puso a buscarlo mientras lo repetía para sí.
San Pedro: - Diamante... Diamante...
San Pedro: - Me temo que ha habido un error. Aquí no apareces...
Diamante: - No puede ser. Mire bien. He hecho un largo viaje...
San Pedro: - Lo siento. Pero si no estás en la lista. No puedes pasar.
Observé desde las rejas el interior de aquel maravilloso lugar.
Deseé con todo mis fuerzas entrar a él y que mi alma descansase allí por la eternidad.
Para mayor penar, vi como delante mía se colaba un alma.
San Pedro: - Blanca, te estábamos esperando.
San Pedro: - ¡Adelante!
Una luz cegadora salió del interior al abrirse las puertas...
Aquel lugar era de una belleza tan inusual.
Los jardines y fuentes que borbotaban agua transmitían una paz tan especial.
Las almas que se encontraban allí parecían plenas de dicha y felicidad. Todo el sentido de la vida estaba allí.
Las puertas se cerraron bruscamente en mis narices.
Pataleé, lloré y rogué que las abrieran otra vez y me dejaran pasar pero no hubo manera.
Entonces Ariel vio algo en aquel rollo de papel. 
Ariel: - ¡Un momento! Aquí no estás pero tu nombre aparece ligado a otra alma: Diamante con Sus.
San Pedro: - Hmm... Aquí ha habido un fallo y yo no me voy a responsabilizar. Tendrás que hablar con el jefe directamente...
Diamante: - ¿El jefe?... Glup...
Me condujeron hasta una sala frente a Él... Me quedé en silencio, sin saber qué decir.
Dios: - Diamante, la que has liado. ¿Quién te manda ponerte a reparar cables cuando no tienes ni idea? No estaba previsto ese accidente. Jamás pensamos que te pondrías a hacer de manitas en casa, si te pasas los días tirado en el sofá.
Diamante: - No era mi intención... Pero ya sabes, a veces mi señora se pone tan pesada... Quería demostrarle que podía hacerlo.
Dios: - ¿Y ahora qué hacemos contigo? La fecha de tu muerte no estaba prevista hasta dentro de veinticinco años y por exceso grasas y falta de ejercicio.
Diamante: - ¡¡¡Qué!!! ¡¡¡Exceso de grasas!!! Si salgo de esta, me apuntaré de nuevo al gimnasio y nunca más comeré porquerías...
Dios: - Has visto demasiado. Pero no podemos privar a Sus de seguir tu camino contigo. Vuestro hilo no debe ser aún cortado. Veamos que podría hacer...
Un instante después tres querubines me rodearon.
Querubines: - ¡Danos las manos y cierra los ojos, Diamante!
                                                      CONTINUARÁ...

1 comentario:

  1. Cada capítulo de esta historia tiene el poder de transportar. Consigues de una forma magistral que viva y sienta todo lo que quieres contar. Es asombroso, de verdad. Este maravilloso cielo, al que todos querríamos ir (si en verdad existe), está muy bien representado. Las fotos transmiten paz, serenidad, pureza, libertad...quizás todo lo que uno busca en vida. Es precioso, el castillo sin duda va como anillo al dedo, esas puertas son como todo el mundo se imagina que serían. Es un diorama precioso, al que no le falta detalle.

    No me extraña que Diamante desespere al no poder entrar, ¡ese cielo es el mejor destino que uno podría tener! Si todo es un error, ¿le harán volver a casa? ¡Ojaláaaa! Me he reído muchísimo con lo de Chino Juan, ¡¡¡hasta en el cielo está!!! Jajajaja. Es intrigante no saber si acaba de morir o lo hará de aquí unos años, las cosas en el cielo son muy distintas.

    Cuando he visto los pies de Dios y que le habla, me he reído como nunca. Es buenísimo, y encima le regaña jajaja, es que tiene razón, a mala hora se puso a cambiar la bombilla jajaja. Has pensado en todo y esos detalles que demuestran que tienes una imaginación deslumbrante hacen a tus historias únicas.

    Estoy deseando leer el final, averiguar que le ocurre finalmente a Diamante y si vuelve, la reacción de los niños y Sus. Por cierto, las palabras de Dios son muy bonitas y piensa en la unión tan fuerte entre Diamante y Sus. Ah, y con lo que le ha dicho, veo a Diamante haciendo ejercicio como un loco y comiendo cosas bajo en grasas jajajaja.

    Un capítulo de esos que no se olvidan. ¡¡¡Que siga pronto!!!

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