martes, 21 de agosto de 2018

Cambios: Capítulo 3 - El reencuentro

Ya en casa estuve deshaciendo la maleta del pueblo que aún tenía intacta. A media tarde tocaron a la puerta. No esperaba visita de nadie y pensé que sería mi padre que se habría dejado algo.
Pero no, no era mi padre...
Mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme allí parado, frente a mí, a Sebastian. Cargado de verduras y otros productos del pueblo, me ofreció la mejor de sus sonrisas como siempre.
Duclack: - ¡Sebastian!
Sebastian: - Hola, Duclack. ¿Puedo pasar?
Duclack: - Sí...
Duclack: - Vienes muy cargado...
Sebastián: - Ya sabes como son mis abuelos y mi madre... Se les hacía poco todo...
Duclack: - Sí... Siento no haberme despedido de ellos...
Sebastián: - Yo lo hice por ti. No te preocupes. Les dije que te había surgido un imprevisto.
Pradito: - ¡Sebastian! ¡Has vuelto!
Sebastián: - ¡Pradito! ¡Ven aquí, mi pequeñaja!
Sebastian: - ¡Pero si pesas más! ¡Ay, qué no voy a poder contigo como sigas creciendo!
Pradito: - ¿Cómo está Nube?
Sebastian: - Creciendo con sus hermanitos. Cristian me dijo que cuidaría de él.
Pradito: - Ya no se lo podré regalar a Suselle... Él es más feliz en el campo con su familia.
Pradito: - Te he echado mucho de menos.
Sebastian: - Y yo a vosotras... 
Estaba contrariada. De repente, él estaba ahí otra vez. Como si nada hubiera cambiado entre los dos. Prado se veía tan feliz con él.
Pradito: - Estuve con el abuelito Duclón jugando al parchis. ¡Y le gané!
Sebastián: - Con todo lo que has practicado en el pueblo con el abuelo y Miguel te has convertido en una dura contrincante.
Pradito: - También me acordaba mucho de tus comidas... Duclack y yo hemos cocinado algunas cosas pero no nos salen tan ricas...
Sebastián: - Tengo que daros entonces algunas clases de cocina.
Sebastian: - Corre a lavarte las manos... Y ahora vamos a preparar la cena mientras Duclack y yo tenemos que hablar...
Duclack: - Sebastián, no sé si es buena idea... Te presentas aquí, como si nada hubiera sucedido...
Sebastian: - Duclack... Yo... Quería disculparme. No estuve bien la última vez que hablamos... Estaba celoso por ese idiota de Teo y me daba miedo todo lo que estaba sintiendo...
Sebastian: - Deja que me quede al menos esta noche. Os prepararé la cena y después podemos hablar más despacio. Duclack... Te quiero.
Duclack: - Sebastián...
Volví a caer bajo su hechizo al escuchar pronunciar esas dos palabras de los labios de Sebastian. Él enseguida se abrochó el delantal y se puso a cocinar algunos de los alimentos que había traído del pueblo.
La cocina se impregno de un olor que alimentaba. Pradito y yo lo mirábamos cocinar mientras Sebastian nos contaba las últimas novedades del pueblo.
Su hermano Santi había comprado un tractor último modelo que facilitaría mucho el trabajo en el campo. 
Juan Antonio estaba feliz.
 Se encontraba mucho mejor de su dolor de espalda y con este tractor todo sería menos pesado.
 El abuelo también estaba muy contento y orgulloso hablando a todo el pueblo de su nieto bailarín que estaba ganando muchos cuartos por todo el mundo.
 Santi se reconcilió con su familia al poder sincerarse con ellos.
 Además, ahora que Juan Antonio estaba recuperado, Doña Paca había aceptado que Sebastian se tuviera que marchar de nuevo.
La cena estaba riquísima. Pradito y yo la devoramos con gusto, después de días sin probar comida casera.
Después de cenar, Sebastian le estuvo contando a Pradito más historias de la granja y cuando se quedó dormida,  fuimos a mi dormitorio.
Los dos sabíamos lo que queríamos. Nuestros cuerpos se habían echado demasiado de menos.
Se suponía que íbamos a hablar pero no tardamos en estar desnudos bajo las sábanas.
Hicimos el amor, disfrutando de cada instante, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo por delante. Llevados por la pasión...
...hasta acabar agotados. Pero con una gran sonrisa dibujada en nuestros rostros, acariciándonos y haciéndonos confesiones en voz baja, como si no quisiéramos que nadie nos pudiera robar ese momento.
Se me hacía extraño tener a Sebastian en mi cama por primera vez habiendo vivido juntos en aquella casa tantos meses. Se podría decir que nuestra pasión se había forjado a fuego lento entre esos muros.
Sebastian: - Duclack... me encanta tu piel blanquita... Es tan suave... Me pasaría todo el día acariciándola... Tiene un poder relajante e hipnótico...
Duclack: - A mí también me encanta acariciarte... y ver los dos coloretes que se te dibujan en las mejillas volverse más rosas cuando hacemos el amor...
Sebastian: - Quiero hacértelo otra vez... Es una provocación tenerte tan cerca... No hago más que desearte...
Duclack: - Sebastian...
Esa noche entre besos y horas de desvelo, también tuvimos tiempo de hablar y Sebastian me confesó algo.
Sebastian: - Han seleccionado la novela que presenté en el certamen de literatura. Les ha gustado mucho a la editorial que organizaba el concurso y me han dado una beca para colaborar con ellos durante un año...
Duclack: - ¡Eso es fantástico! ¡Sabía que gustaría! ¡Eres un gran escritor!
Sebastian: - No pienso aceptar. La sede está en Nueva York y tendría que trasladarme allí durante un tiempo.
Duclack: - Pero... es una gran oportunidad. ¡No puedes rechazarla!
Sebastian: - Está decidido. Duclack quiero estar contigo. Ya habrá más oportunidades.
Duclack: - Sebastian, no puedes dejar perder ese tren.
Sebastián: - Ya lo he hecho. Me mandaron los billetes de avión, con el fin de que me incorporara pasado mañana. Por favor, Duclack, olvidémoslo. No tenía que habértelo comentado.
Duclack: - ¡Es tu sueño!
Sebastian: - Ahora mi sueño ha cambiado. Eres tú.
Duclack: - ¡Pero tienes que hacerlo!
Sebastian: - No pienso separarme de nuevo de ti.
Duclack: - Esto no es una relación romántica. No estoy hecha a tener una pareja. Sebastian ha sido bonito pero yo no me imagino a tu lado compartiendo mi día a día.  Era fácil tenerte como mayordomo pero pertenecemos a mundos diferentes.
Sebastian: - Eso lo dices, para que me vaya pero sé que no es verdad, que me quieres como yo te quiero a ti.
Duclack: - Sebastian, no te quiero. ¿Por qué te crees que me fui del pueblo? Sólo te he utilizado como mi criado pero jamás tendría una relación seria contigo. No has sido más que un juguete. Ve y coge ese avión o te arrepentirás, porque yo no te quiero a mi lado.
Sebastian: - Pero...
No sé cómo tuve fuerzas para pronunciar esas palabras. Pero surgieron el efecto que buscaban. Sebastian se sintió herido y recogió sus cosas.
Sebastian: - Para mí has sido y serás mucho más que un recuerdo bonito... Siento que dejo aquí parte de mí...
Duclack: - No lo hagas más difícil, por favor... Adiós.
Sebastian: - Hasta pronto, Duclack...
Sebastian: - Mi pequeña... Espero volver a verte. Sé buena y crece feliz.
Sebastian: - Yo también te echaré de menos, amigo Tinger...
Sebastian salió en la noche.
Ahora era yo la que lo echaba de mi lado.
Pero sentía que era lo mejor para él. Tocaba ser realista. Sebastian se merecía esa oportunidad y yo no pensaba ser un obstáculo en su carrera literaria.  Me hubiera encantado decirle que lo esperaría. Pero era mejor que se fuera libre. Cuando se quiere mucho a alguien, hay que tener la fuerza de dejarlo ir  para no aprisionarlo. Eso lo aprendí de pequeña cuando me empeñé en tener un pajarillo nacido en libertad a mi lado. Su destino fue trágico ahogado en sus ansias de libertad. Sebastian ahora necesitaba volar. Si realmente estábamos destinados el uno al otro y eso que sentíamos era tan fuerte, volveríamos a vernos. Sólo esperaba que no me odiara mucho después de todo lo que le había dicho.
               CONTINUARÁ

1 comentario:

  1. Madre mía, has conseguido en un solo capítulo que viva un subidón de alegría y luego, un bajón hasta estrellarme con el suelo. La vuelta de Sebastián ha sido muy emocionante. Todos se quieren, desean estar juntos y viven ese momento al máximo. Me encanta cuando trae toda esas cosas del pueblo y explica la situación allí (genial la forma en la que has introducido el tractor jajaja, me encanta), cenan juntos como una gran familia y luego, Duclack y él se reencuentran de nuevo entre las sábanas. Menudas fotos más bonitas, es que no sé cómo colocas a los personajes que parece que tengan vida, que se muevan incluso. Juegas con las sábanas, con los brazos y las piernas de tal forma, que las fotos quedan espectaculares. Lo que hace Duclack es terrible...entiendo sus razones, pero...me da mucha pena que lo suyo se termine así, de golpe y con una mentira tan grande. La foto en la que Duclack mira por la ventana es muy significativa. Transmite desolación, mucha tristeza. El pobre Sebastián se marcha muy mal, aunque espero que en el fondo sepa que todo es mentira, que Duclack lo ama de verdad. Un capitulazo, precioso y que me lo he devorado en un momento.

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