miércoles, 1 de agosto de 2018

Sebastián: Capítulo 2 - Un comportamiento extraño

Leía en el despacho un libro sobre Historia de la piratería a través de las clacks piratas cuando Sebastián entró. Noté su turbación al encontrarme allí y cómo puso en duda si avanzar o no.
Duclack: - Puedes pasar, Sebastián.
Sebastián: - Disculpe, capitana. Iba a colocar un libro que cogí prestado de la biblioteca. Pero no quería interrumpirla.
Duclack: - Adelante. No me interrumpes.

Hice como que bajaba la vista y me hundía en mi libro, para que Sebastián llevara a cabo su tarea.
Pero mientras ponía cuidadosamente el libro en la biblioteca, no pude evitar observarlo y quedarme pensando en el halo de misterio que siempre había envuelto a ese apuesto click a mi servicio. Llevaba unos días más callado de lo normal. Eramos dos desconocidos viviendo bajo el mismo techo desde hacía casi un año. Sin embargo, sentía que él cuidaba de mí en todo momento, como si un hilo invisible y fuerte nos uniera, por eso ahora me intrigaba no poder cuidarlo yo y saber ayudarle. ¿Qué le preocuparía?
Sebastián era algo reservado con sus cosas aunque solía mencionar mucho a su abuela, su abuelo o su madre para citar algún refrán o dicho de su pueblo. No conocía a nadie en la ciudad. Salía poco y casi siempre lo hacía solo.  Sabía que estudiaba un curso a distancia, porque me había pedido algún día de permiso para asistir a una sesión presencial. Además por su manera de expresarse, se le notaba que era un click leído y con estudios. Alguna vez habíamos compartido una conversación sobre libros y tenía buenos gustos literarios, lo que hacía muy interesante compartir impresiones con él. ¿Cómo había acabado presentándose a una oferta de trabajo de mayordomo? 
Todo eso barruntaba cuando me sorprendió mirándolo. Al cruzarse nuestras miradas, me sonrojé como si pudiera leer mi mente. Entonces aprovechó para hablarme.
Sebastián: - Capitana, necesitaba pedirle un favor.
Duclack: - Claro, dime.
Sebastián: - Sé que es un poco precipitado y que me necesita ahora más que nunca con la niña. Pero necesitaría coger mis días acumulados de vacaciones este mes. Créame que no se lo pediría si no lo necesitara realmente.
Duclack: - No pensaba no contar contigo este mes. Pero siempre has cumplido fielmente y con creces con tu trabajo. No puedo negarte el primer favor que me pides. Te los has ganado.
Sebastián: - Gracias.
Duclack: - Sólo una pregunta... ¿Sucede algo?
Sebastián: - Son asuntos familiares. Tengo que viajar al pueblo la semana que viene...
Duclack: - Está bien. No tienes que darme más explicaciones si no quieres.
Salió del despacho sigiloso, tal y como había entrado.
A veces Sebastián desaparecía un instante. Subía a su cuarto y cogía su ordenador un instante como si tuviera que apuntar algo urgentemente.
Si estaba solo con Pradito y había terminado todas sus tareas, aprovechaba también para coger el ordenador un rato.
Pradito: - Me aburro. ¿Qué haces?
Sebastián: - Escribo. 
Pradito: - ¡Qué rollo!
Sebastián: - Escribir no es ningún rollo. En cuanto esa mano esté bien, te enseñaré a hacerlo y a leer. 
Pradito: - No necesito aprender a leer y escribir. Las monjas eran unas pesadas con eso.
Sebastián: - Claro que lo necesitas. No sabes la cantidad de historias de piratas y maravillosos mundos que te pierdes y que podrás conocer cuando leas. Además podrás escribir tus propias historias. 
Pradito: - Escribir mis propias historias... Sebastián, ¿algún día me dejarás tu ordenador? En el internado había uno pero sólo se lo dejaban a Eva por ser la que iba más adelantada de la clase.
Sebastián: - ¿Quieres jugar a un juego?
Pradito: - ¡Seeeh!
Sebastián: - Tienes que descubrir el camino correcto para salvar a la princesa e ir esquivando a los ogros. Esta tecla es para saltar, esta otra para agacharse, avanzar y retroceder.
Pradito: - ¡Biennn! Jejejejeje ¡Qué chulo!
Esa noche papá se pasó por casa antes de la cena.
Duclack: - ¡Papá, qué sorpresa!
Duclón: - Estuve en el mercadillo y vi esto. Enseguida pensé en Pradito. ¿Qué? ¿Te gusta?
Pradito: - ¡Para mí! ¡Wow!
Duclack: - Pronto empiezas a malcriarla...
Duclón: - Es mi deber como abuelo.
Cuando cenábamos, noté a Sebastián más nervioso de lo habitual. Pradito, que me contaba todo, ya me había advertido de que Sebastián estaba triste y que lo habían llamado por teléfono esa tarde.
Duclack: - Estos huevos fritos con pimientos y setas están buenísimos.
Pradito: - ¡Seeh! ¡Qué rico!
Duclack: - Esta noche saldré.
Pradito: - ¿Puedo irme contigo?
Duclack: - Lo siento pero hoy no, Pradito. He quedado con Teo y tenemos que hablar a solas.
Sebastián seguía en sus pensamientos lejos de allí y ajeno a nuestra conversación.
Duclack: - Sebastián, por favor, me puedes echar agua.
Sebastián: - ¿Eh? ¡Ah, sí! ¡Enseguida!
Duclack: - ¿Estás bien?
Sebastián: - Sí, tome...
¡PLAF! 
El vaso de agua se le escurrió de las manos llenando el suelo de cristales y agua. Sebastián se puso muy nervioso.
Sebastián: - Derramar agua, son lágrimas... ¡Si es que no doy una a derechas!
Sebastián: - Disculpadme.
Salió a toda prisa del salón.
Pradito: - Ves, te lo dije. Sebastián está triste.
Duclack: - Sí que está muy extraño. No es propio de él. Pradito, ¿no sabes con quién hablaba esta tarde?
Pradito: - Hmm, Era su mamá. Lo escuché contestar una vez: "Sí, madre".
Duclack: - No lo molestes mucho esta noche. Acuéstate pronto.
Pradito: - Jo... A lo mejor necesita hablar. Mi padre decía que cuando estás triste hay que sacar la bola que se nos hace dentro hablando.
Duclack: - Hmm.. tal vez tengas razón. Tu padre era sabio.
Pradito consiguió sacar a Sebastián de su cuarto y jugar un rato con ella. Le pidió encarecidamente que le enseñara a jugar al ajedrez. Sebastián pudo olvidar por un par de horas sus preocupaciones. Le encantaba jugar al ajedrez.
Sebastián: - ¿Preparada?
Pradito: - ¡Sí!
Sebastián: - Primero hay que separar las fichas... Te enseñaré los movimientos de cada una y su posición...
Teo llegó veinte minutos tarde. Siempre se hacía de esperar. La puntualidad no era una de sus cualidades.
Teo: - ¿Vemos una peli?
Duclack: - No, mejor vamos a dar una vuelta.
Dimos un largo paseo por la playa hasta el faro... Esta vez fui yo la que no le dejó hablar hasta que no le hube contado todo lo que antes me había sido imposible sobre Pradito.
Teo: - Entonces has decidido tú sola adoptar a Pradito...
Duclack: - Sí... Quería habértelo contado antes pero realmente no he tenido oportunidad de que me dejaras hablar contigo. Adoro a esa niña. Yo no la busqué pero ha aparecido en mi vida y quiero que se quede.
Teo: - Es que eso cambia todo...
Duclack: - No tiene por qué cambiar nada.
Teo: - Duclack, tú eres un espíritu libre como yo. Me enamoré de ti por ese sabor a libertad tuyo. Pero si ahora te echas la atadura encima de una niña de seis años, tú me dirás... Quiero viajar contigo por todo el mundo. Sabes bien que ser padre nunca ha estado entre mis planes. Te lo dije desde el primer día. En eso no podrás decir que te he engañado y en el tuyo, una pirata, parecía que tampoco estaba...
Duclack: - Yo nunca dije que no quisiera ser madre... Tampoco era algo que estuviera entre mis planes. Pero no estaba cerrada a ello.
Teo: - ¡Pero  es que ella ni siquiera tiene tu sangre! Vale que si hubiéramos tenido un accidente y te hubieras quedado embarazada estaríamos discutiendo esto y podría entender tu punto de vista... Pero resulta que tú sola te estás metiendo en este berenjenal por un sentido de la responsabilidad y de la palabra de honor dada a un amigo en mi opinión demasiado alto. Duclack, yo te quiero y sigue en pie mi propuesta de matrimonio pero no estoy dispuesto a de golpe y porrazo ser padre de una niña que ni siquiera es mía.
Duclack: - En ese caso mi respuesta a tu proposición está clara. Creo que es mejor que lo dejemos aquí.
Volví a casa con un nudo en la garganta. Teo me había decepcionado. Aunque podía entender que era complicado aceptar a una niña en la maleta de la noche a la mañana, esperaba más de él.
No podía dormir y subí a la bodega. Esta vez cambié el ron por un vaso de agua en el que ahogar mis penas. Sebastián pasó por allí y se quedó mirando el vaso.
Sebastián: - Una nueva costumbre mucho más sana.
Duclack: - Sí, el dolor de cabeza del día siguiente no me compensa a beber de nuevo ron.
Me senté en el sillón. No podía irme a la cama tan pronto. No conseguiría pegar ojo. Le pedí a Sebastián que no me dejara sola.
Duclack: - Por favor, Sebastián. No creo que pueda dormir en toda la noche. Quédate conmigo un rato.
Sebastián: - Sí, capitana.
Duclack: - No, esta noche no seamos capitana y mayordomo. Esta noche necesito que seamos dos iguales que pueden hablar de tú a tú.
Sebastián se sentó frente a mí. Yo tenía los ojos aún húmedos de haber llorado y él me preguntó que había pasado con Teo. Le conté que lo habíamos dejado y cómo no aceptaba que Pradito hubiera entrado para quedarse en mi vida. Fue curioso pero aunque parecía sentir verme así, sentí que en el fondo se alegraba de que esa relación hubiera terminado.
Duclack: - Quisiera tomarme unas vacaciones y desconectar de todo, como cuando estuve en Japón pero con Pradito ahora mismo no puedo realizar un viaje tan largo...
Después de haber soltado todo y sentirme más aliviada, le pedí a Teo que ahora fuera él el que confiara en mí y me contara qué le preocupaba. 
Entonces me contó el motivo de su viaje al pueblo. Su madre lo reclamaba. Su hermano Juan Antonio se había caído del tractor y estaba en reposo sin poder moverse. Su madre cuidaba de sus abuelos y de la granja. Aunque su tío Julián iba a echarle una mano y su hermano pequeño Miguel estaba allí, no podían atender a todo ellos solos. Además tocaba recoger la cosecha la semana que próxima. Lo necesitaban.
Le costaba volver al pueblo. Lo había pasado muy mal allí desde que su exnovia la Juani lo dejó plantado hace dos años para al mes verla salir con Alvarito, hijo de una familia que había sido rival de la suya desde hacía décadas. La Juani se casó con Alvarito a los tres meses de dejar a Sebastián, después de ser novios desde la adolescencia. 
Duclack: - Esa clack no te convendría...
Sebastián: - Yo la quería... Ella era la mejor clack del pueblo: guapa, trabajadora, muy inteligente, estudió Veterinaria y está llena de muchas otras virtudes. 

Me imaginaba a esa clack como la clack perfecta, para gustarle a Sebastián. Me siguió contando sobre ella.

Sebatián: - Fue mi primer amor y me veía ya casado con ella y formando una familia. Teníamos tantos sueños juntos. Fue un palo muy grande, la verdad... Pero claro, yo no tenía tantas tierras y dinero como Alvarito... Ni un futuro tan prometedor. Estudié una carrera sin tanto futuro y quizás tenía demasiados pájaros en la cabeza... Además siempre he sido un click del montón...
Duclack: - ¡Sebastián, tú no eres un click del montón!
Sebastián: - Yo no soportaba más la vida en el pueblo. Es un pueblecito pequeño y todo el mundo nos conocemos: cruzarme a la Juani todos los días y yo ahí hundido en la miseria... Cuando me vine a la ciudad, dejé de lado todo aquello. Y por primera vez busqué realizar mis propios sueños. El problema es que de los sueños uno no vive y pronto me quedé sin dinero. No encontraba ningún trabajo y pasé algunos meses en la calle, llegando a pasar incluso hambre. Este trabajo fue mi salvación y además me queda tiempo libre para seguir preparándome. Quiero ir al pueblo pero el problema es que mi familia no sabe que trabajo en una casa como mayordomo... Creen que en la ciudad me ha ido algo mejor. Tuve que mentirles un poco, para que me dejaran tranquilo y dejaran de insistir en que volviera al pueblo. Les conté que trabajo para una editorial y que me pagan muy bien, que me he echado una novia y me va genial. Es la dueña de un astillero de barcos y vivimos en una gran mansión... Ahora no me veo con fuerzas para mentirles cara a cara pero les rompería el corazón si les digo que soy mayordomo... Les diré la verdad y sé que me harán volver y encargarme de la granja y el campo de nuevo, como siempre quisieron que hiciera, aunque eso signifique renunciar a mis sueños...
Duclack: - Sebastián, no tienes por qué decirles la verdad ni renunciar a nada. Sólo tienes que pasar unos días con ellos y hacerles ver que estás bien en la ciudad. Se quedarán tranquilos y podrás volver después a tu rutina.
Sebastián: - Sí... eso sería lo ideal. Pero no me veo con fuerzas... No conoces a mi familia...
Duclack: - No, pero se me acaba de ocurrir una idea. Yo necesito desconectar de todo lo que me recuerda a Teo. ¿Y si te acompañáramos Pradito y yo? Podría hacerme pasar por esa novia. Juntos actuaremos mejor.
Sebastián: - ¿Estarías dispuesta? No quiero abusar de su confianza, capitana...
Duclack: - Sebastián, sé que tú lo harías por mí si fuera el caso... Y además necesito de verdad esas vacaciones.
Duclack: - Entonces tenemos un trato. Tendremos que ponernos de acuerdo con todos los detalles y contarme todo lo que puedas sobre tu familia. A Pradito le va a encantar la idea de ir al campo.
                                       CONTINUARÁ

1 comentario:

  1. Por fin me puedo leer la entrada, lo estaba deseando. Es que pocos personajes llaman tanto la atención y son tan atractivos para mi. Su vida me fascina y quiero saber absolutamente todo sobre él. Si fuese un personaje real, estaría buscando información de él en google, facebook o instagram jajajaja. Pobre, su vida no ha sido nada fácil, con lo de la Juani, la vida en el pueblo, sus sueños sin cumplir...Hizo bien alejándose de todo eso y buscar su propio camino. Me parece una idea muy loca y divertida la que propone Duclack y estoy deseando saber todo lo que ocurre. Por otro lado tenemos a Teo. Es cierto, que de repente te veas con un niño al que se supone que tienes que cuidar es algo que cuesta de digerir, pero esa forma de pensar y de hablar a Duclack no me gusta nada. Que se fastidio y se vaya al cuerno, es mil veces más importante Pradito que él. Duclack hace bien dejando las cosas claras y anteponiendo a Pradito, es su responsabilidad y una hija para ella. Si no lo entiende, es su problema. Cada vez me cae peor y ya no lo soporto. Voy a leer el próximo capítulo ahora mismo.

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